El agresor lastima y humilla a su víctima. Esas heridas y esa humillación son una bomba de racimo, que sigue explotando, lastimando y humillando, entremezclada con la cotidianidad, mucho después de que el bombardeo terminó. A la víctima concreta y a su entorno.
Y concretamente surgen heridas y humillaciones. El odio inoculado en el alma, en el cuerpo, se manifiesta. Aparecen enfermedades (terribles, dolorosísimas), el discurso se plaga de autodegradación, enfrentar la propia impotencia –la no omnipotencia– redirige el odio hacia uno mismo.
El ser siniestro no te abandona, sigue apropiándose de vos en tanto seguís reproduciendo su programa. Ese es su fucking mayor triunfo: tener a la víctima en su poder incluso a distancia. Vuelve a asaltarte, desbarajustando la química de tu cabeza, de todo tu cuerpo. Te descontrola y se pone en control. Esa lucha cotidiana con él-en-vos perfora cualquier espíritu, te come la vida, te enferma. Suma un dolor descomunal, pero no antinatural. (¡Mierda! Eso también forma parte de la naturaleza).
Mientras, y con todo eso, tenés que convertirte en todo lo que tenés que convertirte cuando te estalla el cartucho de dinamita en el orto (tenés que recordarles a todos los que deben hacer algo al respecto que tienen que hacerlo. Y bien). Y tenés que hacerlo despedazadx, despellejadx, mutiladx. Tenés que vivir –o morir– o malvivir con eso. Llevarlo como puedas, llevarte como puedas.
Si, encima, la vida que explota ya venía bombardeada de antes, es no vida lo que sigue. Se quiebra esa esforzada paz, mantenida más con la voluntad que con sólidos roblones, y es un fuego de guerra. Porque la guerra –todavía– no terminó. (Y, ¡no lo pensemos!, puede no terminar como debería).
El alerta permanente del soldado es devastador. Te consume. No te deja dormir, no te deja comer, no te deja confiar, no te deja ser. Pero seguís. A penas, pero seguís. Porque hay un objetivo, al fin. Esa mezcla de reparación con venganza que crearon los hombres y que, en definitiva, no es ni una cosa ni otra. Que esa construcción de los hombres devuelva la paz. Que, además de pudrirse en sí mismo, se termine de pudrir donde corresponde.
El problema –tuve ese mal flash– quizá surja cuando ese motor se apague. Cuando desaparezca ese objetivo obsesivo, esa pulsión que de afuera sólo puede imaginarse torpemente, y cuerpo/mente/espíritu hayan quedado tan contaminados que no puedan acomodarse a su falta –la presencia es fatal, pero la ausencia también podría ser fatal–, me aterra que te abandonen. Que te quedes sin nafta, con la voluntad, la profunda, no la que se enuncia, desarmada.
De todos modos, falta para eso. Todavía hay que enfrentarlo de nuevo. Y vencerlo.
Y soltar la mano del demonio. Es primitivo el deseo de ganarle la pulseada, de torcerle el brazo. Pero en un punto hay que soltar esa mano putrefacta, viscosa, mefítica. Si no, te sigue agarrando, te sigue contaminando.
Es muy barato decirlo desde –acá– afuera, pero si te llenaron la sangre de odio, habrá que hacer la gran Keith Richards y cambiarse la sangre. Y si eso es un mito rocker, tu médula deberá generar sangre nueva, roja, pura.
Una palabra (repetida pero nueva), una mirada (distinta), una alineación (única, como cada uno de nosotrxs) de los universos, una suma palabra+lugar+persona, algo te va a reconfigurar la química de la cabeza. Genuinamente, sin pastillas.
Y te va a determinar a rebelarte contra esa vorágine negra que te lleva. A encapsular el dolor, a dejarlo en el pasado, y a encargarte de lo que quede después del temblor, de la persona nueva que es parida en circunstancias tan nefastas. (Tendrá cosas que se hayan podido salvar, que se hayan podido reconstruir; tendrá cosas nuevas, cosas impensadas. Y tendrá otra cicatriz más. Pero ya no el dolor tan intenso y (casi) permanente, siempre subyacente).
Y a no darle el gusto de que te cague la vida. No más.
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8 comentarios:
yo estoy en lo mismo, tratando de romper el ciclo y ver que emerge después, no sé si lo voy a lograr...
me encantó el post
Demasiado olor a azufre hoy.Soñe raroraroraro.Brrrrrrrrr.El infierno nunca esta encantador a la noche.
Está bueno desordenar las fichas y ver que otras figuras se arman, cambiar el esquema mental, mirar desde otro lado. Y cuesta mucho pero empezar a apuntar el deseo, la mente y el cuerpo hacia otro lado es algo por lo que tenés que estar contento, suerte!
coincido con el primer anónimo, me encantó el post.
....o contenta??...
Digamos que content@...
Está bueno si las fichas las desordena un@. Cuando todo se desordena en circunstancias siniestras, literalmente por la fuerza, cuando te hacen estallar el cartucho de TNT en el ojete, no está nada bueno.
Pero siempre hay que seguir -al menos, hasta que no puedas más- tratando de acomodar los trocitos del espejo roto, buscando lugares que ayuden, animándose...
Está bueno ver cómo cada uno interpreta algo distinto. El primer anónimo tal vez haya hecho una lectura más personal, llamémsola así.
Llalallaaaaa.....
..de la mano te quiero llevar
a la calle te quiero llevar
que no te duela la libertad
de la niebla te quiero llevar..
.....lllalala
http://www.youtube.com/watch?v=vGeLi7UmmUw
Ay, nena, si pudiera...
Si fucking pudiera...
(soberbia y libertad no van)
6:50
El ángel que ayuda.
Tómalo o dejalo.
(si podés).
https://www.youtube.com/watch?v=2ibHxHWwHsg
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