La chica volvió a su casa tarde. Más tarde de lo que su padre toleró. Tal vez se lo reprochó, acaso discutieron. Puede ser que ella le haya dicho que estuvo con su novio, puede que su padre lo haya deducido.
Cerca del mediodía sucedieron los gritos, comenzaron los golpes, y al fin ella salió corriendo al palier con la cara llena de dedos. Dedos impregnados de su sangre, dedos de su padre que quedaron como pinturas rupestres en su mejilla.
Terminó refugiada en un departamento vecino. Terminó llorando en un patio desconocido.
Quizá haya sido la segunda vez en el día que un hombre la hizo sangrar.
Lo que es seguro es que nadie hizo la denuncia. (Yo tampoco, pero era chicx).
Pronto se mudaron.
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1 comentario:
No al golpe,si al porrazo
*-*(ya te conte a k me hizo acordar esto....sangre sangre sangre brrrrrrrrr)
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