Como Pessoa, tengo en mí todos los sueños del mundo. Y también tengo en mí todos los fracasos que puedo aguantar.
3 comentarios:
Anónimo
dijo...
La vida no puede ser sólo algo de lo cual aferrarse. Es un pensamiento que florece en todas partes, por lo menos una vez. Tenemos una posibilidad que nos hace más libres que los dioses: la de irnos. Es una idea para saborear hasta el fondo. Nada ni nadie nos obliga a vivir. Ni siquiera la muerte. Por eso nuestra vida es una tabula rasa, una tablita que todavía no ha sido escrita y que entonces contiene todas las palabras posibles. Con una libertad similar no podemos vivir como esclavos. La esclavitud está hecha para quien está condenado a vivir, para el que está destinado a la eternidad, no para nosotros. Para nosotros está lo desconocido. Lo desconocido de ambientes en los cuales perderse, de pensamientos jamás recorridos, de garantías que saltan por el aire, de perfectos desconocidos a quienes regalar la vida. Lo desconocido de un mundo al cual poder donarle los excesos del amor de sí. El riesgo, también. El riesgo de la brutalidad y del miedo. El riesgo de verlo finalmente a la cara, el mal de vivir. Todo esto encuentra quien quiere terminar con el oficio de existir. Nuestros contemporáneos parecen vivir de oficio. Se enloquecen abarrotados por miles de obligaciones, incluida la más triste -la de divertirse-. Enmascaran la incapacidad de determinar la propia vida con detalladas y frenéticas actividades, con una velocidad que administra comportamientos cada vez más pasivos. No conocen la ligereza de lo negativo. Podemos no vivir, he aquí la más bella razón para abrirse paso con fiereza hacia la vida. "Para dar las buenas noches a los músicos siempre hay tiempo; lo mismo vale darse vuelta y jugar" -así habla al materialismo de la alegría-. Podemos no hacer, he aquí la más bella razón para actuar. Recogemos en nosotros mismos la potencia de todos los actos de los que somos capaces, y ningún amo podrá quitarnos la posibilidad del rechazo. Aquello que somos y que deseamos comienza con un no. De allí nacen las únicas razones para levantarse a la mañana. De allí nacen las únicas razones para ir a asaltar un orden que nos sofoca. Por un lado está lo existente, con sus costumbres y sus certezas. Y de certezas, este veneno social, se muere. Por el otro lado está la insurrección, lo desconocido que interrumpe en la vida de todos. El posible inicio de una practica exagerada de la libertad.
Parece que ya no entran más frustraciones, y, mierda, siempre hay un lugarcito más corriéndose hacia el interior. Porque no queremos que todo explote mal.
Todo lo que digo es más bien una mierda. Todo lo que hago también.
Es tan lejos pedir, tan cerca saber que no hay.
¿Y si, por más que busque, simplemente no hay un lugar para mí?
Vas a perder tu historia, las ganas de contarte,
y hasta cómo elegir cómo quieran amarte… Vas a perder tus cosas, tu vida verdadera, vas a poder nombrarte sólo cómo ellos quieran…
¿Qué es lo que hace que una vida funcione y avance? ¿Cómo podremos alguna vez escapar de este cuadro?
Tantas palabras como pocos besos.
In searching for a meaningful embrace, sometimes my self-respect took second place.
"Para él más que nada parecía tratarse de un vínculo con personas que estaban fuera de la claustrofobia de la guerra, pero a las que les importaba lo que estaba viviendo".
3 comentarios:
La vida no puede ser sólo algo de lo cual aferrarse. Es un pensamiento que florece en todas partes, por lo menos una vez. Tenemos una posibilidad que nos hace más libres que los dioses: la de irnos. Es una idea para saborear hasta el fondo. Nada ni nadie nos obliga a vivir. Ni siquiera la muerte. Por eso nuestra vida es una tabula rasa, una tablita que todavía no ha sido escrita y que entonces contiene todas las palabras posibles. Con una libertad similar no podemos vivir como esclavos. La esclavitud está hecha para quien está condenado a vivir, para el que está destinado a la eternidad, no para nosotros. Para nosotros está lo desconocido.
Lo desconocido de ambientes en los cuales perderse, de pensamientos jamás recorridos, de garantías que saltan por el aire, de perfectos desconocidos a quienes regalar la vida. Lo desconocido de un mundo al cual poder donarle los excesos del amor de sí. El riesgo, también. El riesgo de la brutalidad y del miedo. El riesgo de verlo finalmente a la cara, el mal de vivir. Todo esto encuentra quien quiere terminar con el oficio de existir.
Nuestros contemporáneos parecen vivir de oficio. Se enloquecen abarrotados por miles de obligaciones, incluida la más triste -la de divertirse-. Enmascaran la incapacidad de determinar la propia vida con detalladas y frenéticas actividades, con una velocidad que administra comportamientos cada vez más pasivos. No conocen la ligereza de lo negativo.
Podemos no vivir, he aquí la más bella razón para abrirse paso con fiereza hacia la vida. "Para dar las buenas noches a los músicos siempre hay tiempo; lo mismo vale darse vuelta y jugar" -así habla al materialismo de la alegría-.
Podemos no hacer, he aquí la más bella razón para actuar. Recogemos en nosotros mismos la potencia de todos los actos de los que somos capaces, y ningún amo podrá quitarnos la posibilidad del rechazo. Aquello que somos y que deseamos comienza con un no. De allí nacen las únicas razones para levantarse a la mañana. De allí nacen las únicas razones para ir a asaltar un orden que nos sofoca.
Por un lado está lo existente, con sus costumbres y sus certezas. Y de certezas, este veneno social, se muere.
Por el otro lado está la insurrección, lo desconocido que interrumpe en la vida de todos. El posible inicio de una practica exagerada de la libertad.
Parece que ya no entran más frustraciones, y, mierda, siempre hay un lugarcito más corriéndose hacia el interior.
Porque no queremos que todo explote mal.
a veces si queremos que todo explote.Bum
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