miércoles, 27 de abril de 2011

Ética para trogloditas

El revuelo que causó la visita de Mario Vargas Llosa al país con motivo de la Feria del Libro o, más bien, el que produjo la puerilidad de Horacio González y demás intelectuales oficialistas, dejó en segundo plano la presencia de Fernando Savater.
Hay gente que no debería aparecer en los medios. Al menos no sin un duro cuestionamiento, no sin un persistente recordatorio de su calaña. Pienso en los pastores brasileños que aparecen en la tele a la medianoche. No debería permitirse eso, no deberían consentirse estafas así.
Algo similar me pasa con Savater. Cuando ocurrieron los atentados islamistas en las afueras de Madrid, este tipo salió a decir que había sido la ETA, haciéndose eco de la mentira con la que el primer ministro (y avalador de la tortura) Aznar quería engañar a la población ante la inminencia de las elecciones.
En parrafadas publicadas en El País y reproducidas por Clarín, Savater daba por sentado que ETA había cometido los atentados, y hasta se le adivinaba el regocijo de quien finalmente tiene razón, mientras aprovechaba cada línea para despotricar no solo contra esa organización, sino contra el nacionalismo vasco.
"Veo la masacre por fin cumplida, la masacre que se venía buscando desde Navidades por lo menos (…): ahora ya no quedan dudas. Las había cuando se frustró el atentado de Chamartín: no faltó quien me dijera que probablemente la propia policía había puesto la maleta asesina en el tren para retirarla espectacularmente luego. Las hubo también cuando se interceptó la furgoneta cargada con quinientos kilos de dinamita, porque al sr. Azcárraga y a algún otro político no menos brillante le chocaba que los terroristas hubieran llegado tan lejos por carreteras nevadas para ser detenidos precisamente en plena campaña electoral. Hoy no, hoy las dudas se han volatilizado junto a centenares de vidas humanas. Supongo que ahora no queda más remedio que aceptar la incursión de ETA en la campaña electoral. (…)
Oigo que quienes han puesto las bombas no son vascos, según han decretado Ibarretxe y Otegi. No es fácil ser vasco: si no eres nacionalista, no eres vasco, pero si te pasas de nacionalista y asesinas a mansalva también dejas de serlo. Por un rato, te vuelves terrorista a secas o terrorista islámico o yo que sé. Hasta que te detenga la policía y te lleve a una cárcel. Entonces vuelves a ser vasco, las fuerzas progresistas se indignan porque te ves encerrado lejos de tu hogar y el Gobierno vasco paga a tus familiares el viaje para que puedan visitarte. (…)
El país más descentralizado de Europa es el más amenazado por la fragmentación nacionalista, que en todas partes está considerada una abominación reaccionaria salvo aquí, en donde es de izquierdas y constituye una alternativa de progreso. Es precisamente aquí, donde el nacionalismo obtiene tanto reconocimiento y parabienes, donde también florece el terrorismo más sanguinario de Europa".

Pero no tenía razón. Y, que yo sepa, nunca escribió un artículo como este admitiendo y explicando su error. Simplemente, dejó que el tiempo lo diluyera con su paso.
Y quizá, seguramente, no fuera un error, ni un apresuramiento, sino parte del engranaje propagandístico de Aznar.
(Blanca Oteyza, una actriz conocida por ser la esposa de Miguel Ángel Solá, autoexiliado durante los oscuros años del menemismo :p, también repetía esa mentira, y así recuerdo claramente cómo apareció en Indomables diciendo: “Es que ha sido la ETA, no tenemos de dudas de que ha sido la ETA”. Tampoco me enteré de que ella se haya hecho cargo de sus declaraciones, pero Solá quedó en el olvido en este tiempo en que el progresismo se encarna en Florencia Peña y Andrea del Boca).
Savater, que es autor de un libro titulado “Ética para Amador”, del cual lo único que sé –porque no lo leí ni lo voy a leer ni por curiosidad– es que está dedicado a su hijo y que vendría a ser una suerte de introducción a la Ética, está a favor de la tauromaquia. Es más: ha firmado un manifiesto en defensa de la “fiesta”, que sin duda no es ninguna fiesta para el toro, ni para cualquier persona estimable, sino solo para los espectadores de la muerte, que obtienen “emoción” en el crimen.
Un tipo que habla de Ética está a favor del asesinato de animales por diversión con argumentos tales como:
Declaramos públicamente nuestro apoyo a la Fiesta como una de las señas de identidad de nuestro país y nuestra cultura. Los toros forman parte de nuestro patrimonio cultural y como tal deben ser respetados y protegidos por el Gobierno de la nación.
Defendemos la libertad y el derecho a seguir disfrutando de la emoción del toreo en las plazas de toros de todo el mundo, sin que nadie nos pueda privar de una de nuestras más preciadas aficiones y formas de ocio.
Contemplamos el toreo como una fiesta plural, del pueblo, que nada tiene que ver con ideologías políticas. Proclamamos que el toreo es cultura en sí, por su capacidad de transmitir emociones a las personas que lo presencian. Estamos de acuerdo con Federico García Lorca, que decía que el toreo es "la fiesta más culta que hay hoy en el mundo.
Destacamos los valores ecológicos del toro de lidia como especie única y creación cultural del hombre, que lo ha seleccionado durante siglos. Y también como protector de un espacio natural que pervive gracias a su presencia: la dehesa.
Reconocemos que el toreo ha sido y sigue siendo fuente de inspiración de artistas de todos los tiempos. La creación cultural y artística que toma como punto de partida la tauromaquia así lo atestigua. Resaltamos el gran valor económico de la Fiesta de los Toros como generadora de puestos de trabajo y de importantes ingresos.
Por todo ello, reivindicamos el compromiso tanto del Gobierno Autonómico como el Gobierno de la Nación para valorar y proteger un patrimonio único de gran arraigo en nuestra cultura.

Es por lo menos curioso que el gobierno deba respetar y proteger a los toros permitiendo que los maten.
Es reveladora la retórica supremacista y totalitaria del segundo párrafo, donde dice que “nadie” los puede privar de disfrutar el asesinato en las plazas de toros de “todo el mundo”.
Es una mentira propia de personas de la ideología de Savater plantear la carencia de ideologías. Tiene una ideología bien clara permitir el asesinato de animales. Sea por diversión, sea para comerlos unx mismx, sea para que los coman los demás mientras unx (una empresa, vamos) lucra, sea alterando o aniquilando su hábitat en nombre de la economía, el progreso, la salud, etc. Todo eso tiene una ideología, la ideología del avasallamiento sobre la otredad.
Es parte de una ideología decimonónicamente antropocéntrica sostener que la intervención del hombre mejora la raza del toro de lidia en particular y la naturaleza en general.
Es dable suponer que Savater también defenderá las guerras y los asesinatos, habida cuenta de la inspiración que han causado en tantísimos artistas a lo largo de los siglos y de los evidentes beneficios económicos que producen (cuestiones estas mucho más valiosas que la vida de un animal, claro).
Es al pedo pedirle al sorete este que tenga la dignidad de callarse. Lo que habría que hacer es no darle cabida. Como no se le da a Bucay, por ejemplo, una vez que se descubrió su fraude. Sin embargo, Savater viene a la Argentina y es entrevistado en los medios, y habla en la Feria del Libro, y vende libros, y firma libros, y nadie le pregunta por eso. Ni por el 11-M, ni por los animales.
Por el contrario, los medios vinculados con la editorial que publica sus libros siguen dándole espacio y ensalzando su figura. Biasatti lo entrevista y lo llama “maestro”, un cronista de la misma empresa dice que “dio cátedra” a unos niños en una escuela de Villa Ballester…
Leo eso y me acuerdo de la vez que en mi escuela llevaron a Borges, y a los pibes de primaria nos hicieron salir al patio en horas de clase para que viéramos pasar al viejo, que apenas podía caminar. (“Uh, ahí pasó Borges. Ya está, ya lo vimos, ya nos iluminamos, volvamos a nuestra cotidianidad: en el recreo, ¡partido con pelota de papel de alfajor!).
Leo eso y no puedo no pensar en que les habrá hablado a los chicos de las bondades de matar animales por diversión o por sus beneficios económicos, o sobre cómo mentir descaradamente y salir siempre bien parado. Al menos en el tercer mundo.
Luego de “dar cátedra”, Savater declaró a los medios que “proclamarse peronista es igual a llamarse Tiranosaurio Rex” y el que el populismo es “una degradación de la democracia destinada a los ignorantes, y es una tradición en América Latina”. Juzgarnos tradicionalmente ignorantes hace muy comprensible que sus giras promocionales lo traigan por aquí, porque solo ignorantes pueden consumir sus ideas mierdosas.
Tanto espacio se le sigue dando que a menudo se publican sus columnas en periódicos argentinos, y así nos refresca su pelotudez impune. Más que “filósofo” es un opinólogo, un Jacobo Winograd sin putas, que pontifica desde su podio sobre diversos temas, hablando con un tono de sabelotodo que me hace acordar a Dolina, pero incluso mucho más desagradable.
Por ejemplo, escribe un artículo oponiéndose a la prohibición de fumar en lugares públicos que se consideró últimamente en España, y en él ejercita el sofisma, o las recomendaciones de Abraham Simpson, quien aconsejaba contar historias que no llevan a ningún lado. Savater hace una larguísima defensa del consumo de tabaco, aplicable también al consumo de drogas ilegales, sin referirse más que una vez, en menos del 10% del artículo, al meollo del asunto: los lugares en los que se prohíbe fumar.
Dice entonces: “Naturalmente, me parece justificado que se prohíba fumar en centros de trabajo y espacios públicos donde deben convivir obligadamente fumadores y no fumadores. Pero no lo veo igualmente razonable en locales abiertos al público pero privados, como bares o restaurantes: si en alguno de ellos está autorizado fumar y alguien se siente molesto por el humo, con no frecuentarlo asunto resuelto”.
De nuevo, pretende imponer su voluntad, que las cosas sean como a él le gustan y le convienen, poniendo al otro en una disyuntiva totalitaria: o acepta ser avasallado y enfermado o se va para evitarlo. De paso, se caga en los empleados de esos locales. Se caga en ellos seguramente porque no los ve, porque da por sentado que deben servirlo, y no es relevante si se exponen a enfermedades graves por trabajar en esas condiciones.
Esa debe de ser la ética que pregona en su libro, la ética de la que les habrá hablado a los alumnos del colegio ¡Roberto Noble! de Villa Ballester, la ética de la mentira y del desprecio.
Acá escupimos sobre Savater, cuya presencia ha pasado poco menos que inadvertida, tal vez porque su desfachatez no tocó lugares sensibles para los detectores de incorrección política, que parecen tener un radar tan pequeño como obvio. Escupimos sobre él y, por la contundencia que tienen, no olvidamos sus antecedentes, que, estamos seguros, continuarán engrosándose. Juntamos saliva para entonces.

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