viernes, 12 de octubre de 2012

Los lunares de Carla

Ya sé que no voy a salir a la calle, ya sé que va a ser un día perdido, uno más de este mes donde me sentí bien sólo tres o cuatro días. Lo sé desde que me despierto por última vez y no me puedo dormir hasta que se me hace imposible seguir en la cama.
Cuando me levanto, ni siquiera me pongo los lentes de contacto. Porque no voy a salir a la calle y porque mi miopía ha entrado en una fase en la que no veo de lejos, pero con los de contacto tampoco veo de cerca. En cambio, con los anteojos viejos, que tienen la tercera parte del aumento que necesito, puedo manejarme bien dentro de mi casa y puedo leer. Aunque sea, hojear el diario, porque mi cabeza está saturada y no tengo concentración para leer ni dos párrafos seguidos.
A cada rato me sorprendo reparando en detalles que con los lentes de contacto se me pasan. En el jardín veo las antenas de las hormigas, las nervaduras de una hoja, el estado mínimo de los pimpollos del jazmín o de la aljaba, las hojas nuevas del arbusto del fondo, de un verde más brillante que las viejas, los pelitos pinchudos de la planta que después da las pelotitas verdes, los que tiene en el tallo y los que tiene en las hojas. Ese mundo que habitualmente es inaccesible.
Después me miro una mano. La palma de la mano. Y reparo en todas las líneas de mi mano. Una vez me dijeron que tenía muchas líneas en la mano. Fue la única vez que me dijeron algo sobre mis manos. La única vez que alguien se detuvo en ellas y las observó en detalle, al menos. (Una vez, en el colegio, a un compañero le llamaban la atención lo huesudo de mis dedos, y lo señalaba como fuese una deformidad: “Poné las manos así: ¡uh, cómo tenés los dedos!”).
Antes de que me pegue mal pensar en todo lo que no tengo ni tuve, recuerdo los lunares que tiene en la oreja la persona que hablaba de las líneas de mi mano, recuerdo sus lunares y que me dijo que nadie se los había notado. Claro, seguro estaban interesados en el lunar que tiene arriba de la raya del orto. Sin perjuicio de esto, rescato que incluso a quien tiene tantas cosas que yo no tengo le quedan cosas sin descubrir.
Capaz que nadie nunca le dijo nada a Carla Conte de los lunares que tiene en el bíceps izquierdo.

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