martes, 5 de enero de 2016

Despedidas unilaterales

Eran los tiempos del correo postal y de la larga distancia internacional. Los mails no existieron siempre. El Skype, menos. Hay foto mental: yo en la cocina, en la silla que da espaldas al patio, la luz amarillenta iluminando la mesa… No sé qué hora sería acá, ni sé qué hora sería allá, pero el recuerdo me dice que afuera estaba oscuro. No me precisa, en cambio, de qué hablamos ni cómo le dije “che, quiero leerte algo”.
“Debe ser maravilloso tener amigos, sean buenos o malos; simplemente eso, un punto en un lugar del mundo. Un nombre, una dirección para enviar una carta, para caer una noche de sorpresa y sufrir esa agitación de los encuentros sorpresivos, donde la poesía ama de los hombres, en los grandes encuentros, sus pequeñas palabras temblorosas. Espero siempre carta tuya, como se esperan las cartas de los amigos, en cualquier momento”.
En una palabra quebré. No recuerdo en cuál, pero no pude no llorar. Traté de recomponerme rápido y continuar: no daba caerle a otro con eso. Leyendo algo pensás en alguien y querés compartirlo, pero en el intento de tirar una buena se escapa este montón de angustia al que apenas quería aludir. Porque sí, esperaba carta suya en cualquier momento.
Cuando vino de vacaciones a Buenos Aires, no respondió mis llamados, y no nos vimos. Entonces supe dónde estaba: en un margen de su vida, en la virtualidad del papel y la tinta, en la posibilidad de transitar el castellano un rato mientras le decía a uno de su laburo “adesso, adesso”, en el vínculo con su finiquitada experiencia docente, pero no en el mundo real de sus amigas y su familia, un territorio al que no me habilitaba el acceso.
A su regreso a Italia, ese ruido insalvable me siguió sonando bajito. Y cuando reapareció en su vida una persona a la que ambos conocíamos y le reclamé por qué, ella también, me había desaparecido de su vida sin mediar palabra, la respuesta no vino de Parque Chacabuco, sino de las afueras de Milán: “Si me entero de que le escribiste otra vez, no te escribo más. Me das lástima, sos como Glenn Close en Atracción Fatal”, y los adjetivos “injusto” y “demoníaco”.
La comunicación, claro, mermó drásticamente después de eso. En frecuencia y en palabras. Hasta que pronto, sin declaraciones explícitas, se agotó.
Un par de veces le chusmeé el Facebook en estos años. Y el otro día, al encontrar en un cajón la página esa, suelta, con su nombre escrito verticalmente en el margen, la memoria me trajo el recuerdo de los catorce dígitos de su número de teléfono. Releo de nuevo el post que habla de ella, y vuelven algunos recuerdos gratos de ese tiempo prometedor, hasta que aparece la olvidada palabra “demoníaco”, y de pronto sólo quiero decirle que se vaya a demonizar a la concha de su hermana.
Ya que dijiste que debía darme cuenta de que la otra no me iba a responder, contestame lo que te pregunté: ¿después de cuánto tiempo sin que te respondan hay que interpretar que no quieren responderte? (y qué onda con ese tiempo de asimetría). Contestame eso y después andá a maltratar a otro.
La última imagen, la que quedó cristalizada, es esa, y cada vez pesa más. Cada vez más el recuerdo de ella, cuando aparece, es eso y no lo anterior.
Aquella vez se disolvió en un mutuo acuerdo tácito: a ninguno de los dos nos dio para tratar de continuar la comunicación, o para preguntar o entender o nada. Sólo esa pregunta mía, que no respondió. Y el silencio. Pero a veces el distanciamiento no es así de recíproco. Entonces uno pregunta, insiste, trata de saber, de entender, de mejorar. Sobre todo, trato de que esa imagen del orto no sea la que quede prevaleciendo una vez más. Esta vez.
Podría reformular la pregunta que mi ex amiga italiana no me contestó y decir ¿después de cuántos mails sin que te respondan hay que interpretar que no quieren responderte? Son unos cuantos esta vez, como quince, desperdigados en dos años. Largo tiempo en que el silencio me dice que no me quieren, que ya no soy una persona para su destinataria, que no merezco una palabra (mucho menos una mirada). Ey, puedo notarlo. No es que no me doy cuenta. Pero después me olvido, prevalecen otras sinapsis, se juntan dos palabras y renuevan la ilusión de que esta vez sí haya una respuesta. O quizá sea la ilusión la que surge y es ella quien renueva las palabras. Y también los números redondos, los aniversarios, algún cumpleaños, algún aniversario de muerte. O una canción que habla de cuánto quisiera ver lo que ves, de que quisiera sentarme con vos. Cualquier excusa es buena.
Por mail, ya que es menos invasivo que un llamado telefónico. El mail lo abrís cuando querés, lo contestás cuando querés, o no lo contestás. De paso, me evito el posible mal momento de sentir en el tono de la voz, en el aire un milímetro más allá o acá de una cuerda vocal, que no soy bienvenidx. Tengo mucha receptividad a esos tonos de la voz. Me dicen mucho más que las palabras. Y me pegan mal.
Ni hablar si se corta después de la primera palabra, y no sabés si anda mal el celular o si no quisieron hablar con vos. Conmigo. Ni hablar si al tomar el teléfono se hacen presentes varios recuerdos de momentos horribles en los que llamaste y tantas personas te hicieron sentir rápidamente que no querían hablar con vos. Conmigo. Y no podés llamar. No puedo. No quiero. Eso no. Mail.
Todo por la ilusión de reencontrar la conexión que pareció haber y que uno desearía invulnerable al tiempo, a las ideologías o a los vaivenes de las vidas. Como un olor querido, una mirada o una mano en el pecho. Y por la obstinación en intentar que esta vez no sea como tantas, que no haya una persona más en esa lista de gente de mierda que me desapareció de sus vidas y se fue.
Cuando, muy ocasionalmente o casi todos los días, me acuerdo de gente que estuvo más o menos cerca y de pronto dejó de estarlo, me impresiona mucho. Tanta energía, tanto tiempo, tanto cariño disueltos. Evaporados. Inexistentes. Quizá ni siquiera recordados. ¿Habrá sido un error? ¿Se arrepentirán de haberse acercado? ¿Habrán formateado ese disco, la partición oculta en la que me confinaban?
¿Cómo no están más, cómo no hay más lugares en el mundo? ¿Cuándo se rompió? ¿Fue de golpe? ¿Debí darme cuenta? ¿Cuándo? ¿Los inconvenientes (mirá cómo eufemizo, ja) no se habían saldado esta vez? ¿Las diferencias no estaban superadas? ¿O soy yo el continuo error a lo largo de estos años?
Cuando llamé a alguien cercano a quien le habían hecho un electroencefalograma para preguntarle cómo era, porque tenían que hacerme uno a mí, y no me contestó, y después me dijo que no se acordaba, ¿debí haberlo leído como un equivalente al silencio de aquel viaje? ¿O es ponerse a buscar la palabra "shotgun" en las canciones de Nirvana en 1996? La historia del pibito del fotolog con el que se comunicaba a menudo, y después ya no, ¿debió ser leída como un anticipo?
¿Qué sucedió para pasar de 10000 caracteres por día o cada dos días al silencio hiriente, de seis horas por teléfono o 40 cuadras caminadas una tarde después de un temporal a la nada? ¿Fue un malentendido? ¿Una manipulación, la necesidad de llenar algunos agujeros? ¿Será obvio? ¿O lo obvio será que nunca lo sabremos, que ya fue, y nunca se podrá profundizar ni un poco de todo lo necesario para acercarse a una claridad? ¿O será que la forma en que se van no puede ser otra porque simplemente es la continuación de la forma en la que estuvieron? ¿Eh?
Despedirse de quien eligió transformarse en un fantasma no es sencillo. Igual, debería acelerar mi parte, unilateral, de la despedida. Quizá la vengo postergando para ir haciéndome a la idea, para acostumbrarme paulatinamente a la nueva dosis de los neurotransmisores disparados por la desazón y el vacío. Y a la ineludible repetición de un destino al que sigo atado. O quizá tarde tanto porque me resisto a sumar más gente en esa lista de personas que se fueron de un modo humillante, hiriente, despreciando o diciendo, en el que fue el último mail, "no admito una despedida" (?).
Pero ¿hasta qué cumpleaños voy a escribir un mail? ¿Hasta que cumpla 55 voy a esperar un mail de alguien que ese día prefiere compartir en Facebook no sé qué noticia de su militancia y la lucha de los trabajadores de La Poronga? Demasiada tolerancia con gente a la que no le importa dejar un buen recuerdo, que prefiere irse desgarrando en vez de tratar de cicatrizar y mitigar la herida del adiós.
Pasó demasiado tiempo sin pasar como para seguir pensando que podría pasar. Tratar de hacerme cargo de eso me duele muchísimo más que las muertes que conozco.

9 comentarios:

V.os dijo...

Lejos...
www.youtube.com/watch?v=zAmNLWV5p2Q

Anónimo dijo...

bueno, ahora parece que habrá que salir con DNI de nuevo, por las dudas...

siguiendo con las malas noticias, este año no hay ciclo de los jueves, no hay dancing en el konex.

no hay nada.
nada.
salvo otro viaje en tren en el que subió el nivel del mar. :()

Anónimo dijo...

continuando con las malas noticias, cerró fotolog
sin avisar, se robaron una parte de nuestras vidas. bah, de la mía, que tiene pocas partes y hace que me aferre demasiado a cada una de ellas.
me vieras, buscando cosas en el caché de google para tener un recuerdo...

se me rompieron las ojotas dijo...

fotolog: me pasó algo similar, había cosas a las que regresaba cada tanto y alli estaban, alguna que otra palabra, alguna imagen... como un apuntalamiento de algún recuerdo en ruinas.

en fin.


por otro lado, leyendo este escrito me acorde de otros de las chicas de mitre (creo era esa la calle)

Anónimo dijo...

a veces redacto muy mal, mil disculpas

Anónimo dijo...

no, no, ningún "muy mal", esa imagen es perfectamente potente para describir.

la calle era mitre, sí. y desde hace poquito hay una foto del baldío en que quedó aquel lugar en el sitio donde está la foto del castillo (y otras tantas que son el ¿imagetrack?, el soundtrack visual de este blop).

con las chicas de mitre (con todas ellas, de la calle que fueren), anyway, todo es más sencillo: una serie de prácticas, un tiempo, y listo. a lo sumo, si surge la empatía profesional, las ganas de volver a verla, o un recuerdo eternizado en palabras tales como "la persona que me miró como nadie nunca me miró" (o "la que me pegó una chupada de ojete como ninguna otra", eso también puede ser, claro... ja).

es decir, uno sabe, está preparado, para la finitud. hay otros casos en los que se aspira a la no finitud, a que las relaciones continúen más allá del ámbito en el que surgen (un colegio/facultad, un laburo), a que se consoliden y uno sienta, en algún lugar profundo, que adormece y anula la pulsión irracional del pánico que pinta -o puede pintar, porque las condiciones están dadas-; que uno sienta, digo, que alguien en el mundo piensa en mí. (y no sólo piensa, sino que hace algo al respecto: atender un teléfono, llamar por teléfono, compartir una música, una foto, una noticia de la amplia familia...).

en cierta medida, y si esto no suena a presión, a condicionante, algo de eso encuentro en cada comment. y lo agradezco.

a veces redacto con mil subordinadas. debería canjear las comas por puntos seguidos.

pedazos (ajenos) de pasado dijo...

¡Oh, dioses de la noche!
¡Oh, dioses de las tinieblas, del incesto y del crimen,
de la melancolía y del suicidio!
¡Oh, dioses de las ratas y de las cavernas
de los murciélagos, de las cucarachas!
¡Oh, violentos, inescrutables dioses
del sueño y de la muerte!

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como si fueran infinitos efimeros

un par de cuestiones:

que ocurrió con el Gran Colisionador de Hadrones?

anoche vi a Cumbio en tv.

Mauro Zarate es tontito, pero bue


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Que Buen Disco The Eternal.

no tien nada que ver con nada pero.......

seguro ahora Palermo juega en la selección y hace el gol que clasifica al equipo al mundial 2010.
Luego se rompe de nuevo la rodilla, se recupera en 7 mese y es convocado para jugar el mismo y en la final cuando los alemanes, con el partido 1 a 1 y faltando 7 minutos estan meta tirar centros lo meten en lugar de la pulguita Rodriguez para defender en un tiro libre porque Schiavi no da abasto con los centros. Antes de esta entrada solo habia jugado 15 minutos contra Burkina Faso, estaba ahi más como amuleto que otra cosa a la Caniggia Bielsa del 2000 (?)
La cosa es que en un rechazo, uno de esos defensores tallados en Roble Macizo que suelen tener los Teutones en sus equipos, pierde pisada y el pibe Messi le roba la pelota (a todo esto, messi estaba jugando para la mierda) y el cinco que estaba haciendo el relevo lo cruza cuando arrancaba tratando de hacer el slalom ese que hace a veces.
entonces pum, tiro libre para la selección faltando 3 minutos para que termine el partido. ubicación? sobre la derecha unos metros más adelante la linea divisoria.
entonces va a pegarle xxxxx (completar a gusto, da lo mismo) y van al area a cabecear cuatro argentinos entre ellos el coso este Palermo.
Va el centro!!! y que pasa en el area??

la misma jugada que no fue gol contra paraguay esta vez funciona, solo que esta vez el que la baja es Schiavi y el que la empuja es Palermo.

Luego no ocurre nada, un pelotazo alemán al area y nada más.

Argentina Campeón.

Y Asi Palermo tiene pelicula, que capaz la dirige Campanella o Lucia Puenzo ( mmm, no se me parece que no va el estilo Puenzo con Palermo) donde cuentan sus comienzos sus goles con la rodilla rota, penales pateados con dos piernas, caidas de pared en las patas, heroe mundial de la galaxia y cosas asi.

Al menos, esperemos que en la Banda de Sonido pongan un par de canciones de Sonic Youth
a cuenta de que? ni la más p*ta idea.












PD: Cumbio, hacé algo para que vuelva Fotolog.

Anónimo dijo...

* una serie de prácticas, un tiempo ¡y un monto!

Carlos Timoteo Griguol dijo...

jaaa el gol de palermo, que asco! y al final the eternal fue el último de SY. espero no vuelvan nunca.