Tiran luces sus músculos faciales cuando le agradezco, a instancias del tipo que cobra, su gestión, aunque nunca supe exactamente cuál fue o si puso plata de su bolsillo.
Un toque baja el fulgor, y caigo en nuestras manos, que convergieron, motu proprio, en el mismo punto del universo. Entre pacientes ansiosos o somnolientos, está sucediendo uno de los gestos que más profundo resuena en mí.
De tanto recordarlo sin encontrar la ocasión propicia para decírselo, comprendí que se trataba de una comunicación esencial pese a la carcasa abollada de la sociabilidad.
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