viernes, 20 de diciembre de 2019

¿Yo iba a ser esto?

Si no me enfermaba, si hace veinte años no aparecían esos casi desmayos que me compelieron a abandonar la facultad y rompieron la vida que tenía, ¿yo iba a terminar siendo algo de esto? Seguramente no, seguramente habría dejado porque no me daba la nafta académica, como presagiaban las notas, que venían en escalera descendente. O como me reveló sin que nadie se enterara el blanco total que tenía a la hora de hacer aquel práctico –gracias a dios, individual– para la materia de Fernández. Justo a tiempo se me ocurrió un posible tema, cuando estaba a punto de sarasear temeraria, casi extravagantemente, sobre la división del trabajo en el lugar donde laburaba.
Pero si eso no sucedía, si mi salud no se convertía en un escollo insalvable –o si algún médico, finalmente, descubría qué carajo me pasa, por qué me pasa y cómo se soluciona–, y si se me organizaban las neuronas y descifraba la lógica de ese lugar, ¿iba a adquirir ese tono pedante, ese dialecto abstruso? ¿Iban a pegárseme su aspecto y sus modismos? ¿Iba a pasar de pseudoácrata a admirador de la máquina estatal por definición, que es el peronismo? ¿Iba a reivindicar a sus líderes y lideresas? ¿Iba a reivindicar líderes y lideresas? ¿Iba a insinuar –aun después del juicio– que lo de Once no fue un accidente? ¿Iba a tomar café o mate en el aula? ¿Iba a asombrarme de que fuera del micromundo de gente con la que compartís "ciertos valores y ciertas lecturas" hay personas muy diversas?
Cuando estaba terminando, con varios años de demora, el secundario, y habida cuenta de los resultados que tuve allí, era obvio, para todos, que debía seguir estudiando. Nunca estuvo en discusión eso. Y quizá debió haberlo estado. Pero ni chance tuve de cuestionarme semejante idea ajena. La compré con todos sus moños y envoltorios de colores: "Recuperar el tiempo perdido".
Como en la frase "animémonos y vayan", todos lo daban por sentado, pero nadie dijo nada concreto sobre las cosas concretas de ese futuro abstracto al que me incitaban. Tampoco me tiraron una mínima onda sobre qué seguir estudiando, ni siquiera la docente que me dijo que iba hacerlo. Pese a que daba clases en el CBC, no se le pasó por la cabeza avisarme que, mientras terminaba el colegio, tal vez durante el último cuatrimestre, podía cursar alguna materia en UBA XXI para, otra vez, recuperar tiempo. O, si se le ocurrió, prefirió dejarlo pasar y no ablandar la distancia que decidió imponer cuando le dije que mi visita al psicólogo que me había recomendado fue inútil e incómoda.
Aunque, admitámoslo, cada experiencia es única, y no sé qué palabras deberían haberme dicho para que no escribiera esto ahora.
La única que mencionó algo fue la soreta hijadeputa de la directora, aquella noche de marzo o abril en que fui a buscar, finalmente, el papelito de los desvelos: no el "diploma" que nos habían dado en el acto de fin de curso, pura utilería, sino el real one, el título en papel estatal. Y la muy conchuda, que me odiaba y que, por mi aspecto (y por su resentimiento), me privó de algunos reconocimientos, dijo "no es lo mismo esto que la facultad". Más que las palabras textuales, lo que imprimió fue el tono tiramierda que usó, porque no lo hizo para ayudar, sino para desalentar, para decir un "no vas a poder" al que sólo le faltó ser coronado por la risa de Nelson Muntz.
(Más que todo, de esa noche imprimió la única despedida que pude tener. No de alguna persona: de una pared. Cuando terminó el breve trámite y el forzado intercambio de palabras, apoyé mi mano en la pared amarillo clarito, en la parte que estaba entre la puerta de la dirección y la del aula chica de tercer año, y le dije "gracias". No sé si en voz alta o no. Pero se lo dije. Y le dejé la última brizna de toda la inmensa energía que puse allí).
Bueno, ella y un taxista, que, una vez, mientras rodábamos por Callao rumbo a Marcelo T (para que yo llegara tarde, pero no tanto, esas noches en que salía a las siete de mi laburo y tenía que estar a las siete en la facultad, esfuerzo vano para la cátedra de mierda de Klimovsky, que me ponía ausente porque solo tomaban asistencia al comenzar la clase, y no al terminar, pese a que el aula se vaciaba descaradamente en las narices del viejo), me preguntó a qué se dedican los sociólogos. Y le respondí no sé qué boludez sobre hacer encuestas, porque, la verdad, ni yo sabía bien qué hacen, ni nunca me lo había preguntado. Ni tenía a quién preguntárselo.
Lo que nos dio ese colegio no servía demasiado si uno quería seguir estudiando "en serio". Apenas llegamos a ver, y mal, matemática de tercero, cortesía de la gorda pachorra con espíritu de empleada municipal que teníamos en esa materia. Así que, de movida, quedaba fuera de alcance toda la parte del mundo vinculada con esos saberes. La "especialización en informática" era lisa y llanamente un fraude, y también obligaba a descartar lo relacionado con esa área. Y, lo veo ahora, si yendo todos los días, tres horas y media por día, durante tres años, no alcanzaba para estar en condiciones reales de seguir estudiando, ni quiero imaginarme la estafa que serán el plan Fines y otros inventos similares de este siglo.
Entiendo que es parte del azar, que en otro lugar podría haber tenido una mejor formación en esas materias, y no tener a la de Historia o a la de Sociología, que nos hicieron leer textos con los que me reencontré en el CBC o en la carrera de grado. Pero es el azar que me tocó.
Pagar nunca estuvo entre las alternativas porque también me comí el versito de la educación pública. Y, sobre todo, porque ni en pedo iba a poner plata en algo a lo que no le tenía nada de confianza respecto de cómo iba a salir. En su momento, en una noche de octubre en un kiosco de Corrientes, hasta me compré el ladrillo aquel que era la Guía del Estudiante, pero el talismán no funcionó, y finalmente elegí al tuntún, más por un programa de radio que escuchaba que por cualquier otra cosa. Creo que eran de otra carrera, aunque nunca me quedó del todo claro eso: como sea, era la única ventana que renovaba el aire de mi como siempre estrechísimo mundo.
Y, también, para asegurarme de que la elección y el futuro al que apuntaba no tuvieran nada que ver con el trabajo que tenía, el cual formaba parte de la hasta hoy (¡¿hasta cuándo?!) irrompible telaraña familiar.
Aposté y perdí. Como casi siempre. Lo único bueno que me llevo de mi paso por la Universidad BovinA es poder no creerles ni un ápice de su supuesto espíritu inclusivo cuando los veo, hoy como entonces, protestando contra "el ajuste". Puro desprecio encontré en ese lugar, y exclusión y rechazo a cada paso. Y soberbia e invisibilidad, esas palabras que usaba entonces para expresar concisamente, con ellas dos juntas, mi experiencia allí, tanto en el trato con docentes y alumnos como en el institucional burocrático.
Cada una de las decenas de veces que en este tiempo pasé por la puerta para ir a la otra facultad –a esa donde me atiendo– o durante el camino se me aparecieron en la memoria vestigios de quien fui, de los pasos que di en esas veredas, pero nunca pude encontrar el vórtex que me permita viajar en el tiempo y decirle a mi yo de hace 20+ años que no se meta ahí. Que haga un curso, no sé, de plomería. Pero que ahí no.
(Y, de paso, avisarle, para que no se gaste tanta plata en CDs, que en unos años va a poder escuchar toda esa música y mucha más en Youtube (y preguntarle, como un taxista sin auto ni merca, que ¿para qué?, si ese lenguaje siempre le/me va a ser ajeno). Y, sobre todo, que no les crea a algunas personas, ni a los que hablan por la radio ni a los que mienten mirando a los ojos).
Y si en algunos años encontrara la forma de hablarle a quien soy, o a cualesquiera de quienes fui, les diría algo que sé desde los catorce años. Que *inserte lo que sea* es al pedo, que no vale la pena, que no hay lugar para mí acá.

5 comentarios:

Anónimo dijo...

conocés "American Splendor"? viste la película con Paul Giamatti? re da hacer un comic con tu vida, sos como un(e) harvey pekar argentinx

Anónimo dijo...

lo digo con respeto y admiración; yo lo leería el cómic

y. O. dijo...

Bueno, gracias. Por el respeto y la admiración.
Si es que son para mí, y no para Giamatti.

No, la verdad ni idea acerca de él. Mi mundo es muy pequeño. Pero voy a googlear.

Graciar por comentar.
Si sos quien creo que sos, dobles gracias. Y si no, también: una por cada comment (?) ja.

y.O. dijo...

Acá la encontré: https://www.youtube.com/watch?v=vsh_GyHf_ps
Después la veo (es larga).
Por lo pronto, ya sé que Giamatti es el actor y que Pekar es el tipo real.

Anónimo dijo...


Algunas perlitas del hijo de puta de Kaufman, pedazo de lacra manipulador, cómo odio a la gente a la que le creí algo y resultaron ser unos acomodaticios miserables. Dejo la transcripción, no sea cosa que se borren los videos, como él mismo borra sus tuits.

Acá, en julio de 2017, cagándose en el juicio por la masacre de Once, y militando solapadamente (o como suele hacer, diciendo sin decir), la idea de atentando o sabotaje
https://www.youtube.com/watch?v=16CxUHO1OGQ 25:05
"Hay una escena emancipatoria, popular, poética, colectiva, donde hubo un accidente, y ni siquiera sabemos si es efectivamente un accidente"
Re poético morir aplastado, reverendo hijo de puta.


Acá, militando el golpe de Estado contra Macri después de las Paso
https://www.youtube.com/watch?v=wTTbwgO3Nkc 17:20
"Esto (el gobierno) se ha mantenido hasta esta fecha porque hay una especie de extorsión que ellos usan, 'bueno, miren, si no nos dejan terminar de gobernar vamos a perder lo logrado en cuanto a democraticidad'. El problema es que si vos los dejás de terminar de gobernar en sus propios términos, de esa democraticidad no va a quedar nada".

Acá, en 2011, relamiéndose ante la bija beronista y ante los lideres.
https://www.youtube.com/watch?v=6M1CdIDSHBs 6:47
"¿Por qué el peronismo ha tenido los mejores líderes (...) Perón, Evita, Kirchner, Cristina... Tienen la mejor calidad como dirigentes políticos, sociales, humanos, los más inteligentes, los más brillantes".
(y saraseando sobre los medios hegemónicos, olvidando que su ahora amado peronismo también buscó la hegemonía mediática, clausurando medios)

Alejandro Kaufman, hijo de puta y la puta que te parió. Capaz un día de estos encuentro video tuyo reivindicando tu paso por el Acosta.