viernes, 24 de noviembre de 2023

La Polaca

Una rubia compacta en sus early 30's no para de dar vueltas en la pista. Tal vez lo hace sin pausa, tal vez para y arranca, como yo, que ya estoy de última y no puedo completar mi tercera milla; pero a cada rato pasa sacudiendo el aire por el carril 1. En una de mis paradas para recuperar el aliento escucho la pregunta que, cuando entra en la recta de la avenida, le hacen los dos cuarentones fit que charlan cerca de la salida porque ya terminaron sus varias pasadas. “¡Polaca! ¿Cuánto hacés hoy?”. “Cincuenta”, responde ella con la voz firme pese al esfuerzo. Entiendo que se conocen, no puedo inferir si dice que va a hacer cincuenta vueltas, cincuenta series o qué cincuenta.
Yo termino mi tercera milla de a pedacitos, hago unas pasadas que cuento como parte de la cuarta, y, cuando me estoy yendo, porque todavía me faltan cuatro kilómetros hasta mi casa, los tres personajes están hablando junto al portón. La que habla es ella y está diciendo que le propuso a alguien –no sé en qué contexto– mostrarle “este cuerpo” desnudo diez minutos, sin tocar, sin teléfono ni fotos, por diez mil dólares. Y que a otro le propuso algo similar por cincuenta mil. Cuando habla de “este cuerpo” acompaña la frase extendiendo los brazos y configurando un movimiento tipo vedette o bailarina.
Dos cosas veo de inmediato en ese fragmento de diálogo. 1: que la Polaca está tan fuera de mercado que en realidad no quiere hacerlo. No quiere que ninguno de los involucrados acceda a la imagen de ese cuerpo desnudo, sólo a los metros cuadrados de piel que deja ver la ropa que usa en la pista. 2: que si saca el tema es para calentarles la pija a los cuarentones.
Ojalá yo reconociera siempre la enfermedad tan fácilmente. Las enfermedades: la que manifiestan las ganas de usar el poder real que tiene para refregárselo en la cara a otro/s, como si fuese una torta de crema de Los Tres Chiflados, y la que se ve en su necesidad de inventarse un poder aún más grande. Y ojalá también pudiera siempre ratificar ese reconocimiento con datos, como en este caso. Porque una escort puede estar cobrando 20 lucas, 30, 50 si es la gran cosa. Podés pedir 100, o 100 dólares, en honor a la redondez de los números y porque no sos profesional, lo cual, curiosamente, sube el precio. Ponele que podés pedirle 200 a un desesperado por cogerte.
El resto es ruido, Pola. Y con esa actitud, ni una paja valés. Aunque esto puede ser porque cada vez me cuesta más todo, incluso la paja.

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