Me cambié de médica porque la otra no demostró interés respecto de mis crecientes valores de glucemia. Y también por su nula consideración cuando le mencioné mis problemas de hipoglucemia o lo que sea que me limita tanto la vida. Le conté a la nueva, me mandó un análisis de sangre, y el resultado, sorprendentemente, afortunadamente, fue que bajó casi quince puntos: estoy abajo de 100, estoy normal, el problema no es ese. El problema es que si el problema no es ese, no sabemos dónde buscar la fuente del problema. No sé si me dijo explícitamente que no sabía qué podía ser —no sé si se atrevió a decirlo—, pero sí dijo que iba a presentar mi caso en ateneo y que me avisaba por mensaje del portal. A medida que pasaban los días empecé a fijarme cada vez más seguido y a tenerlo presente aún más seguido. Hasta que unos veinte días después recibo mensaje… Es un mensaje a todos los pacientes diciendo que la mandaron al sur y que vuelve en diciembre. Y la sensación de vacío que me quedó fue abrumadora. Toda la expectativa que tenía, disuelta. Y no eran grandes expectativas, explícitamente le dije que no tenía la expectativa de resolver esto, que me cagó la vida todo este siglo. Pero alguna forma de la existencia, y en esa existencia alguna ilusión de que alguien diga “te baja tal cosa, te falta tal cosa”. Bueno, no. Voy a seguir igual, toda mi vida va a ser esto, la puta que lo parió. Se podría decir mejor, pero no tengo más palabras.
Todo lo que digo es más bien una mierda. Todo lo que hago también.
Es tan lejos pedir, tan cerca saber que no hay.
¿Y si, por más que busque, simplemente no hay un lugar para mí?
Vas a perder tu historia, las ganas de contarte,
y hasta cómo elegir cómo quieran amarte… Vas a perder tus cosas, tu vida verdadera, vas a poder nombrarte sólo cómo ellos quieran…
¿Qué es lo que hace que una vida funcione y avance? ¿Cómo podremos alguna vez escapar de este cuadro?
Tantas palabras como pocos besos.
In searching for a meaningful embrace, sometimes my self-respect took second place.
"Para él más que nada parecía tratarse de un vínculo con personas que estaban fuera de la claustrofobia de la guerra, pero a las que les importaba lo que estaba viviendo".
1 comentario:
Me cambié de médica porque la otra no demostró interés respecto de mis crecientes valores de glucemia. Y también por su nula consideración cuando le mencioné mis problemas de hipoglucemia o lo que sea que me limita tanto la vida.
Le conté a la nueva, me mandó un análisis de sangre, y el resultado, sorprendentemente, afortunadamente, fue que bajó casi quince puntos: estoy abajo de 100, estoy normal, el problema no es ese.
El problema es que si el problema no es ese, no sabemos dónde buscar la fuente del problema. No sé si me dijo explícitamente que no sabía qué podía ser —no sé si se atrevió a decirlo—, pero sí dijo que iba a presentar mi caso en ateneo y que me avisaba por mensaje del portal.
A medida que pasaban los días empecé a fijarme cada vez más seguido y a tenerlo presente aún más seguido. Hasta que unos veinte días después recibo mensaje… Es un mensaje a todos los pacientes diciendo que la mandaron al sur y que vuelve en diciembre.
Y la sensación de vacío que me quedó fue abrumadora. Toda la expectativa que tenía, disuelta. Y no eran grandes expectativas, explícitamente le dije que no tenía la expectativa de resolver esto, que me cagó la vida todo este siglo. Pero alguna forma de la existencia, y en esa existencia alguna ilusión de que alguien diga “te baja tal cosa, te falta tal cosa”. Bueno, no. Voy a seguir igual, toda mi vida va a ser esto, la puta que lo parió.
Se podría decir mejor, pero no tengo más palabras.
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