“El oficialismo, tal vez, no tenga escollos insalvables en el Senado para sancionar las retenciones”, pronosticaba Eduardo van der Kooy en su página dominical de Clarín el 13 de julio. Y lo reafirmaba: “El problema en el Senado no son, al parecer, los números. Sucede, en cambio, que en ese ámbito asoman varios de los representantes que simbolizan la fragmentación que se está advirtiendo en el peronismo”.
Como siempre es conveniente dejar un paraguas abierto, aunque sea meramente retórico, se cubría una vez más: “La artillería oficial cesó la última semana contra Julio Cobos. El vicepresidente, salvo un imprevisto, no tendrá que afrontar con su voto un hipotético desempate en el Senado”.
Luego, se sumaba a pegarle al tantas veces renunciado Moreno (“El secretario de Comercio Interior fue enviado al Senado como expositor sobre el plan de retenciones. Se comportó como un ministro todopoderoso y desenrolló principios económicos acordes a los años 40. No fue bueno ni malo: fue desopilante”), pero consideraba un hecho el triunfo del oficialismo: “Existe otro sentido incomprensible para los Kirchner. Esa victoria política que anhelan está en la puerta, aunque esa proximidad no denota ninguna solución definitiva para el conflicto con el campo”.
Después, se me hace difícil entenderlo: “El Senado constituye también la apuesta postrera de la oposición y del campo. Eso explicaría la decisión inopinada de volver a los libretos iniciales del conflicto, regado de actos y chacareros en las rutas”. Al respecto, comenta que “habrá que convenir que en la dinámica final de las entidades rurales terminó incidiendo bastante la líder de la Coalición Cívica. Demuestra saber más de política que de campo: por eso convenció a los dirigentes agrarios [de] que sólo un enorme despliegue popular podría torcer la tendencia favorable en el Senado”. [La negrita es de Van der Kooy, al igual que el sonoro caso de queísmo].
Al final, no sé si es una crítica o un elogio (bueno, inopinada no es una palabra que se use favorablemente… y tal vez tampoco la use apropiadamente); pero, sin duda, la movilización opositora fue clave, y Carrió fue quien más la motorizó desde el discurso.
En esa misma edición, quien firma Alfredo Gutiérrez daba un resultado parcial de 35 a 30, y pronosticaba que, de los siete indecisos, cuatro votarían a favor del gobierno, en consonancia con los números que manejaba Alberto Fernández: 38 de mínima, 42 de máxima.
Tanta especulación, tanto análisis, tanto tiempo y tanta tinta para que todo sume ruido y se revele igual de vano y prescindible que los comentarios previos de los partidos de fútbol.
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