Resulta que en la tele se puede decir, casi sin parar, una frase tras otra, “travesti arrepentido”, “tenés voz de macho”, “venís porque sos travesti”, “algo hacés con tu sexo: ¿lo usás para atrás y para adelante o cómo es la historia?”, “yo no lo leí al libro: para literatura traigo escritores”, “o le está por venir o no le va a venir nunca”.
Y nadie podrá argüir que se trató de un exabrupto porque a los pocos días la misma persona “bromea” con que el director de cámaras, que “tuvo un ataque cardíaco aquí mismo”, ya está de nuevo “trabajando con nosotros, está bárbaro”, salvo porque “volvió travestido”. “Ahora volvió con el sexo cambiado”, insiste, y vuelve a enroscarse en su obsesión.
Parece que es de amianto quien dice eso, porque lo invitan a programas y ni el psicólogo televisivo se anima a sacarle la ficha. Y lo contratan un canal y una radio más políticamente correctos que los medios donde labura ahora.
La ignifugabilidad de Samuel Gelblung tiene larga data: durante el Proceso trabajó en Editorial Atlántida (lo que ayuda a desmentir el antijudaísmo que se le atribuye a ese gobierno, al igual que el apoyo que recibió del Estado de Israel). Desde allí se convirtió en uno de sus pilares mediáticos, contrarrestando la “campaña antiargentina en el exterior” con unas postales que venían en la revista Para Ti, cuyas lectoras debían enviárselas a sus conocidos en el extranjero para demostrar que acá todo era coser y cantar.
Gómez Fuentes no tuvo su fortuna.
Chiche, mutatis mutandis, y haciendo pie en el amarillismo más rabioso, salió luego a la luz catódica, desde donde cimentó una fama y un éxito que le permiten prescindir de su nombre y hasta de su apellido. Por ellos, o por no sé qué, puede administrar su (sobre)dosis diaria de reaccionarismo casi sin que llame la atención y decir las frases del comienzo, o que “en esta puta ciudad de Buenos Aires” si un chorro quiere tu anillo, se lo lleva, y “si tiene que cortarte un dedo, te lo corta”.
Sin embargo, cuando hay que defender al Estado de Israel, allí está, firme y dispuesto para darles aire a las lacras sionistas de turno y para sumarse al discurso tergiversador que enarbolan esos personajes. Entonces sí habla de discriminación y se acuerda del INADI: por teléfono saca al aire a Lubertino y denuncia la “campaña antisemita” y a uno de sus líderes, Beica, que “tiene apellido judío”, lo que constituye un comentario que si no discrimina, pone de relieve condiciones de una persona que no parecen venir a cuento.
Uno de sus invitados, un ex alto dirigente de la DAIA, o de la AMIA, se regodea con los comentarios de D’Elía para ponerlo en ridículo y los toma como letra para justificar su discurso de víctima. Ambos denuncian el escrache al miembro del Congreso Judío Mundial Elsztain diciendo que lo escracharon por judío y, envalentonados en su soflama, afirman que “esta es la peor ola de antisemitismo desde la Semana Trágica”. (No dicen que el escrache no es por su condición de judío, sino por la de miembro de una organización que hace lobby a favor del Estado masacrador. No dicen que los árabes también son semitas, apropiándose del concepto de “semita”, así como parecen querer apropiarse de ciertos apellidos).
El viudo de una muerta en la AMIA, más apasionado, toma la palabra y dice que el asimilamiento que algunos proponen en un Estado único equivale a la destrucción del judaísmo: de ahí a la idea de pureza de la raza tal vez no haya ni un paso.
Y siguen reclamándole a Lubertino, porque los discriminadores son los otros, porque “discriminan a los judíos” y porque es “lamentable el silencio del INADI”.
Me hacían recordar a otro sionista abyecto, Mauro Viale, bardeando y humillando a un locutor, amenazándolo al aire con despedirlo y diciéndole “gordito” con un tono profundamente despectivo. El mismo Viale que también repite el speech de víctima y habla de discriminación, y de antisemitismo, y más o menos solapadamente les tira mierda a los árabes y a los musulmanes en general, y a los palestinos en particular (como el 11/9, cuando deslizaba que habían sido palestinos los que tiraron las torres gemelas).
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