Resulta paradójico que en un ámbito de –presunto– anonimato como este, donde soy nadie y nada, tenga que andar midiendo lo que digo, en especial cuando dejo un comentario en otro blog. Como en el mundo (ir)real de la interacción personal, también en el micromundo pajeriblogger un@ tiene que manejar el temor a la mala interpretación, sea esta capciosa, pelotuda o malintencionada, para, finalmente, terminar siendo solo una parte de un@.
Ocurre, por ejemplo, cuando señalo una grieta en la historia oficial sobre algún tema polémico. Entonces, el bienpensar, la mayoría, el otro, me sale con los tapones de punta, y allí me surge la duda perenne: ¿no me entendió?, ¿no fui suficientemente clar@?, ¿o no pudo salirse de su pensamiento cuadriculado?
La respuesta es indiferente: el sujeto en cuestión ya te (me) ubicó junto a Cecilia Pando y derivó una serie de especulaciones, que da por ciertas, y quedo estigmatizad@, dejad@ de lado, rechazad@. Te salís de lo correcto, del canon, y te quedás al margen, tanto en la vida como en el blog. No podemos agradar a todo el mundo, lo sé, pero la unanimidad del no es complicada: cuando se desazoga el espejo, se pierde la referencia y se desasosiega el alma.
(Por cierto, el cerril –miope y deshonesto intelectual, para usar sus palabras– blogger que me ubica junto a Pando debe de ser vertiginosamente imaginativo para vernos juntas, Cecilia y Olga, manifestando por la despenalización del aborto).
Ya elijo la opción de comentario anónimo o, simplemente, callo mis dedos en situaciones en las que intuyo que puede haber polémicas. Pero hay veces en que el rechazo es absurdo. Es verdad que el comentarismo se presta al autobombo en una forma apenas más sutil que la del pedido de intercambio de firmas en los fotologs. Es un hecho también que en blogs con muchos comentaristas suelen armarse bardos más propios de un foro. Pero borrar un mensaje porque no te gusta lo que dice me parece una forrada que refleja que el escribidor se toma demasiado en serio.
Si no querés que te escriban, tenés la opción solipsista de no permitir comentarios. Después, está la alternativa endogámica de que solo puedan participar los que tienen identidad blogger (es decir, cuenta Gmail) o similar. La posibilidad de moderar los comments, que es la que permite aprobar o no su publicación, puede ser comprensible si te bardean el blog; pero si alguien quiere joderte, te va a hinchar las pelotas hasta cansarte con mensajes que no te gusten. La otra motivación que lleva a moderar procura una “limpieza”, borrando lo que al autor le parezca desprolijo, indeseable o fuera del tono del blog. Quien hace eso realmente se la creyó o padece del síndrome del dedo cliqueador, que lleva a tildar o destildar casillas según la soberana voluntad, generalmente para obtener una satisfacción sexual inhallable en otros ámbitos.
De esta manera, no solo me fastidian hasta el desánimo la incomprensión y la imposibilidad de expresarme sin riesgo de rencillas. Me molesta todo cuanto puede molestarme algo vinculado con esto que borren un comentario que dejé en otro blog. Para no ser groser@ con el autobombo, acoto cosas que vienen a cuento y linkeo a una entrada de mi blog relacionada con lo que se habla, en lugar de poner un enlace a la paja del perfil. Aun así, de vez en cuando pasa Don Borradora y hace desaparecer mi intento de comunicación.
Comento un post de la creída de Chanel en el que dice que por menos de 200 mangos –su tarifa– te puede tocar una puta con cicatriz de cesárea. Digo que por 130 hay algunas chicas atractivas, con buena onda, que publican con foto y que, además, son completas, a diferencia de ella. Y que ella no tuvo una cesárea, pero que tiene una estatura que deja que desear y unos patys a todas luces enormes, nada atractivos para mi gusto. Así, sin insultos. Post borrado.
Otra vuelta señalo una contradicción: repite que con las putas pobres y/o paraguayas “todo bien”, pero cada dos por tres se lee una observación despectiva sobre ellas. Así, sin insultos. Otro post borrado.
Quizá opiniones como la mía atenten contra la imagen de diva que no entrega el orto, o contra su intención de seguir haciéndoles creer a los pajeros que la leen que es algo especial, a ver si se animan y pasan con un gato. Más bien, pareciera que busca que le publiquen un libro y hacerse famosa, como hizo una brasuca hace un par de años, que tenía un blog, publicó un broli y se retiró del gateo. O eso dijo. Porque una vez que conocés esa forma de ganar guita, se hace difícil largarla. (Preguntale a la Colmenero, si no).
En un blog que tenía una entrada donde se reproducían fragmentos de Maestros antiguos, de Thomas Bernhard, dejé unas palabras acerca del autor, que con suma razón odiaba a los austríacos, y un enlace que llevaba al post en el que yo mism@ reproduzco otros fragmentos de esa novela. No obstante, la lectora provisoria también me borró el mensaje.
Una poeta mala y, ahora, anarcoperversa cae en la práctica discriminatoria de descalificar a alguna gente por la supuesta pequeñez de sus penes. Señalo la sorpresa que me produce leer a “la persona anarco-feminista reproduciendo también ella la lógica machista que valora el tamaño de una parte del cuerpo”. Y como sé que le caben los juguetes, agrego: “Lo bueno de los aparatos de cintura (strapon-dildo) es que uno puede cambiar el tamaño (y hasta el color) cuando quiere. La mía mide 16x4. ¿Y la tuya?”. Post desaprobado.
Una nueva lectura, una nueva incoherencia: la misma superdefensora de los animales encontró a un perrito abandonado en la calle, con la oreja cortada con una trincheta, y, como no puede quedárselo, lo ofrece en adopción, sano, vacunado y, si el adoptante quiere, esterilizado. ¿Perdón? ¿Está mal cortarle una oreja y está bien castrarlo? Post desaprobado, nuevamente.
Insisto unos días después y le digo que borró mi apostilla, y reclamo libertad sexual para los animales. No se lo banca, y vuelve a bochar mi mensaje anónimo. Esta vez no me da tanta bronca: ella se pelea con dos o tres personas por semana, según dice, y alguna vez me tenía que tocar. Igual, un par de veces tuvo buena onda, y la recordamos con simpatía.
Si uno tiene un blog, exponiéndose a la mirada ajena e inconmensurable de la web, calculo que tiene que permitir comentarios y bancarse la que venga, que tampoco es para tanto. Si no te caben los comments, hacete una página en Googlepages y dejate de hinchar. O, si no, mandales por mail las boludeces que escribís a tus amigos, pero no seas policía…
Acá no borramos los comentarios. Así que pueden insultar tranquilos, observar contradicciones, o incluso mandarme al psiquiatra, como han hecho.
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2 comentarios:
Otro borracomments es un Escritor, un joven Escritor de cierto renombre en el círculo cerrado de la literatura actual.
Postea la data de tres ediciones de la editorial que le publicó su último libro. Uno es, justamente, su libro. Otro, una obra escrita por dos autores, uno de los cuales es el psicólogo que me atendía en el hospital público, aquel que mandaba mensajes de texto con carpa mientras yo hablaba.
Dejo un comentario anónimo (no sea cosa que el licenciado L me reconozca), contando esta anécdota; hablo de mi suposición de que estaba tomando notas para su libro, de que trataba de dejar constancia de una idea que se le había ocurrido para desarrollarla después.
El Escritor no aprueba el comentario.
Insisto, días después, y otra vez el Escritor no admite mis palabras.
No sé si se debe a una forma de solidarizarse con su compañero de editorial, o a que es el blog de un Escritor, y comentarios como el mío no corresponden en un blog como el suyo, el blog de un Escritor.
Más pelotudos borracomments:
El super cool editor suburbano de libros artesanales, que no se banca un poema sobre el barrio La Paz y deja su post con “0 comentarios” de nuevo.
La chica que dice ser y haber nacido puta, que cuenta cómo se la cogen hombres y mujeres, y que cuando le aparece un admirador insistente que quiere garchársela, lo bardea y le dice “así que vos querés cogerme”. Y borra el comment del espectador que defiende al chabón, y su derecho a desear y a expresar ese deseo.
El aspirante a político profesional, ex empleado de algún legislador, peronista y religioso (¿ruckaufista y bergoglista?), que habla de la inseguridad, de la imposibilidad de erradicarla, y del paliativo que sería el gesto del dirigente político, un abrazo, acompañar en el llanto; y de la importancia de que Cristina –antes de enviudar– esté: “Se espera la palabra presidencial, la invitación a los familiares”.
Habla de todo eso, y suprime mi comentario referido a la imposibilidad de los K para demostrar empatía y solidaridad, para ver más allá de su ombligo; como no lo hizo su marido cuando Cromañón, como no lo hizo ella esa semana, en que sucedió el tornado en Formosa y recién dos días después se refirió al hecho en dos twitteos –interrumpiendo la seguidilla sobre Papel Prensa–, y en esos dos twitteos no hablaba de los muertos, y ni siquiera decía lo que había pasado: solo se refería laudatoriamente al gobernador represor corrupto manipulador de indios (y ahora kirchnerista) Insfrán.
En realidad, no sé si el boludo este lo borró por eso, o por el reconocimiento a un funcionario difícil de presentar, como Aníbal Fernández, quien, sin embargo, sí tuvo esa sintonía empática cuando recibió a los familiares de unos niños abusados en un colegio del GBA cuyo abusador había obtenido el beneficio de la prisión domiciliaria.
A todos ellos les digo ¡sigan borrando!
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