Esta vez escribí menos porque tuve que responder una entrevista por mail que le hicieron a otra de mis encarnaciones internéticas. La chica leyó mi página web, le pareció “espectacular”, y quería completar el trabajo que estaba haciendo para presentar en una universidad extranjera con unas preguntas a la susodicha. Y ahí estuve, tratando de aportarle algo a la mina, lo que parece que logré porque me dijo que mis respuestas fueron “grandiosas” (¿eso no era un programa de TV?) y que le sirvieron “muchísimo”.
Como el contador que tiene el hosting se resetea automáticamente siguiendo no sé qué patrones, no puedo saber cuántas visitas tuvo el sitio realmente. Yo llevo la cuenta de las que llegaron a la página principal, y si multiplico por siete, que es más o menos la relación que alguna vez descubrí, debería estar cerca de las 600.000. Eso más las de la página subsidiaria, que no tiene contador.
Parezco Cumbio, jactándome de mis visitas, pero, a diferencia de ella, no hablan de mí, sino que hablan con lo que yo digo. Y me citan en tesis de universidades extranjeras, y me traducen a idiomas que no mencionaré porque son raros y daría pistas, jajaja, y me nombran en libros: “Bibliografía: […] Fulana de Tal, http://..........”, dice el broli que descubrí en Internet, y al que luego encontré en el supermercado, mientras hacía las compras.
Cuando hablé de esa página con el psicólogo que me atendía hace un año y medio y le comenté cómo era, me dijo: “Ah, pero vos investigás…”, con tono de sorpresa. Sí, chabón, investigo, y soy grosa. Muy grosa. Deberías saberlo, deberías haberte dado cuenta. Pero estabas ocupado mandando mensajes de texto mientras la paciente hablaba.
PD: “¡Iuju! ¡Vean lo que me estoy tocando!”, dijo Concepción Garófalo…
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