Salgo a la calle cualquier día y es necesario caminar cabizbajo para no pisar un sorete de perro. A menudo pienso en contarlos, pero la verdad es que nunca lo hice. Estoy seguro de que puedo encontrar un mínimo de cinco por cuadra. Eso, en términos generales: en la vereda de algún lugar abandonado los perros declaran de hecho la zona liberada y la transforman en el garcódromo barrial. Ni hablemos de la plaza: de sus veredas, de sus senderos, de su césped raleado…
De noche, en veredas poco iluminadas, prefiero caminar por la calzada para evitar un soruyo imposible de distinguir en la oscuridad. Pero los dueños de algunos perros hacen cagar a sus mascotas en la calle, por lo que tampoco en el asfalto se está a salvo de la caca de perro.
A los que a veces cuento es a los perros sueltos. La otra vez caminé quince cuadras y encontré ocho. Y uno tiene que frenar, ver qué onda, si hay que cruzar la calle o no, si el dueño está cerca o no. Así, todas las veces que lo ves desde lejos. Pero cuando se te aparece de pronto, tenés que repentizar, acordarte de no demostrar temor, de simular indiferencia, pero también de hacerle frente si te empieza a chumbar.
Como peatón consuetudinario, tengo decenas de anécdotas con perros. Me mordieron tres veces, aunque solo una llegó a la piel: las otras dos fueron tarascones de perros chiquitos que no traspasaron la zapatilla en un caso ni el ruedo del pantalón en el restante. Me corrieron media docena de perros fácil, pisé mierda no sé cuántas veces, y desde la vez de la mordida me quedó una reacción de profundo terror cuando oigo sus patas hollando las baldosas en una vereda silenciosa.
Estoy harto de vivir en una ciudad donde los perros parecen tener más derechos que las personas. Si mi próstata apremia a mi vejiga y tengo ganas de hacer pis, y meo en la calle, me hacen historia. En cambio, un rope puede mear y cagar, salir a mear y cagar, y está aceptado. Puede venir un asesino en potencia, suelto, sin correa ni bozal, y está aceptado. Puede haber más perros que personas en una vereda, no porque venga un paseador, sino porque hay gente que tiene dos o tres perros, y dale que va. Puede venir un paseador con su jauría multirraza y obligarte a bajar a la calzada, y está todo bien.
Pueden poner el cartelito "Cuidado. Perro peligroso", y parece que quedan a salvo de consecuencias legales. Pueden darle un pico al perro, que un rato antes estuvo lamiéndose las partes, o lamiendo y olisqueando meo de otro perro en la vereda; y pueden darte un beso un rato después, y nadie se sorprende por esa zoofilia apenas encubierta. Puede ladrarte agresivamente un perro, y el dueño mirar impávido, sin siquiera sosegar al bicho, y seguir leyendo en su teléfono. Pueden decirle "venga con mamá", "vaya con papá", pueden ponerle un nombre de persona, generalmente cool, y a nadie se le ocurre sugerirles una visita al psicólogo.
Y qué decir de los que no solo se creen dueños de un corazón generoso por tener un animalito, sino que tienen un animal minusválido. Ellos creen tener unos sentimientos aún más nobles, creen ganarse el cielo con cada sorete que deja el bicho en la vereda. La otra vez, en la plaza, un perro grande y suelto no responde a los chistidos de su dueño y baja a la calzada detrás de otro perro. Al fin, endereza su camino, por la vereda, y viene detrás de mí. Trato de esquivarlo, y el dueño me dice que me quede tranquilo, que no hace nada, y que es ciego. Considero que es una razón extra para llevarlo atado, pero no se lo digo, mientras dejo que me husmee.
Al doblar la esquina, el perro ciego, que ya se olvidó de mí, deja un soruyo de grueso calibre partido en tres, como una decoración en altura del chef Borja Blázquez, y a su dueño no le importan las personas ciegas que podrían pisarlo, porque aún no se inventaron los bastones para ciegos con detectores de teresos. Tampoco las que no son ciegas, que igualmente podrían llevárselo por delante si no caminan todo el tiempo mirando hacia abajo.
A veces parece que están por todos lados, que no hay casa donde no haya un perro. Pensaba en eso la otra noche, cuando, a cada paso que daba, por cada casa, PH o edificio que pasaba, descubría un perro. En el edificio pueden ladrar a la hora que se les cante el orto sin que uno pueda hacer demasiado, olfatearte en el ascensor, hurgar en la bolsa que traés del súper... Los de las casas, en el medio de la noche, empiezan a ladrar por cualquier cosa, y sus dueños ya ni les dan bola, pero otros perros sí, y entablan un diálogo retumbante e ininteligible. O aúllan horas y horas cuando los dejan solos, rompiendo la paciencia en infinitos fragmentos.
Entre tanto pelotudo suelto que idolatra a estos bicharracos, hay unos que armaron un blog con el fin de juntar donaciones para una perrita, así, en diminutivo, que fue maltratada por una persona, quien la dejó tullida y con otras secuelas. Cuando me enteré, pensé que se trataba de juntar unos mangos para el Dogui. Pero no. También le compran pañales de bebé y remedios, incluso un complejo vitamínico similar al que estuve tomando.
Me resultó bastante chocante que juntaran pañales y remedios para un perro cuando un montón de gente no tiene guita para eso. Y les dejé un comment donde decía que todo bien con ayudar a la perrita, pero por qué no poner toda esa energía en ayudar a las tantísimas personas que "viven" en condiciones espantosas. Y preguntaba si no lo hacían porque es más fácil y lineal relacionarse con un perro que con una persona. (No les pedí que hicieran una colecta para comprarme las vitaminas porque aún no había llegado al post que habla de eso).
Y los imbéciles saltaron mal. Una mina dice que "nuestro diezmo lo damos a todos los seres indefensos", lo que me hace pensar que son evangélicos practicantes. Entonces, dejan que dios y sus franquicias autootorgadas ayuden a la gente pobre mientras ellos se encargan de los animalitos, que es más sencillo.
Y otro pelotudo contesta mostrando una hilacha que de desagradable tira a discriminadora, de una manera que me produce mucha violencia: "Sos digna de toda mi lástima. ¿Qué estará pasando en tu oscura y triste vida para expresarte de esa manera? Quizá seas una mujer golpeada, alcohólica, quizá tus propios hijos te abandonaron y quedaste sola, o quizá ni siquiera los perros se te acercan. Que dios te ayude, porque si yo paso por tu lado, te dejo tirada y me llevo al perro". (Le arreglé la puntuación para que se entienda más fácilmente).
Es decir, los magnánimos solidarios dejan en banda a un alcohólico, a una mujer golpeada, y eligen cuidar al perro. Impresionante.
Por lo demás, chabón, el problema es cuando los perros se me acercan. Cuando se me acercan y me estorban el paso, o cuando se me acercan agresivamente…
La verdad, la pelotudez militante es peligrosa. Y estos tipos son unos forros notables, capaces de escribir: "Esta semana empieza con acupuntura, continúa con natación. Los neurólogos me dijeron que no la haga sufrir con sesiones de rehabilitación ya que descartan cualquier esperanza de que pueda caminar....... Vamos a intentarlo!!!". Y revelan de este modo que no les importa la perra, ni lo que digan los profesionales. Solo les interesa lo que ellos ponen en la perra.
Me gustaría vivir en una ciudad sin perros. Sin mierda de perro, sin perros de mierda, que reproducen a sus dueños de mierda, histéricos y escandalosos, o fanfarrones y pendencieros.
Y sin boludos que a falta de perros los reemplacen por otra cosa.
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