miércoles, 5 de enero de 2011

Un mail viejo

Otra vez empiezo un intento de comunicación con alguien sintiéndome casi sin palabras.
En estos días, llamé a los dos teléfonos que diste en los mails. Primero, al 831 no sé cuánto de tu amiga Alejandra, que, evidentemente, no podría laburar de recepcionista. Luego, el martes anterior a tu partida, llamé a tu amiga Clelia. A las dos les dije lo mismo: que era yo, que quería comunicarme con vos, y les di mi teléfono. Pero tu respuesta fue santagatesca: nothing.
Hace poco, hablando de ella, dijiste: "Hay cosas que Silvia nunca te va a decir". Yo entonces te pregunté –y no me respondiste– cómo manejarme durante ese tiempo en el que ella ya había tomado la decisión de expulsarme de su vida y yo no lo sabía. Y también te preguntaba cuándo tenía que darme cuenta de su decisión: a la semana, a los quince días, al mes. ¿Cuándo? Tampoco respondiste.
En lo que a ella respecta, deseo que se la coman los cangrejos lenta y dolorosamente.
En lo que a mí atañe, no tengo ganas de que me reduzcan nuevamente a la categoría de ser desaforado, desequilibrado, molesto, etc. No quiero que me humillen haciéndome llamar mil veces porque "si estoy, te atiendo", ni recorrer la calle Gascón para llevar una notita en la que, como siempre, trataba de comunicarme.
Estoy podrido de los enfermos, de la gente que no tiene huevos para decir las cosas, de los que se cagan en mí, de los que me dañan adrede. Ojalá pueda ver sus caras cuando mueran.
En lo que a vos respecta, quiero saber cómo interpretar este fucking silencio que, por ahora, sólo puedo sentir como una puñalada en las bolas, como una amputación traumática, como una desconexión del mundo.
Si durante tres semanas no tuviste cinco minutos para llamar por teléfono, me siento especialmente excluido, me siento de la B y frustrado e impotente (como mi equipo de fútbol), me siento relegado, desconcertado y desolado.
Toda mi fucking vida estuve tratando de construir lugares que me conectaran con los demás (afines), y toda mi fucking vida, todos mis fucking xx años, fracasé. Toda la vida anhelé estar incluido en la vida de los demás y no morir asfixiado en el aislamiento y el solipsismo. Toda una fucking vida tratando de que "alguien en el mundo piense en mí". Toda una fucking vida fracasando.
Cuando parecía que al fin una relación había trascendido el lugar donde se gestó, me encuentro con este silencio, con esta desolación; con que, como siempre, todos tienen que hacer algo más importante que darme bola, lo que, traducido, significa que no tengo nada que esté bien para ninguno de Uds. Que soy de la B, que soy una mierda, una nada, menos que nada. FUCK. (Porque no es así: si Uds. no lo ven, jódanse. Lástima que si no lo ven me jodo yo también).
No tengo más palabras que no sean puteadas, y no quiero putearte.

2 comentarios:

Martin dijo...

Me siento muy identificado. Soy de pocas palabras. Un saludo.
Martin.

Olga Eter dijo...

Evidentemente, yo no soy de pocas palabras. Ja.

Me alegra que te sientas identificado, sobre todo si la identificación pasa por la acepción vinculada con la empatía, y no por la que permite hablar de DNIs, IPs y cosas así… :p

Un saludo grande para vos también.

(Justo el día antes veía una foto de la susodicha…)