jueves, 17 de octubre de 2019

Qué forro que sos, Molina

Hace unos años, no sé cuántos, pero seguro que ya son bastantes, algún link me llevó al blog de Ignacio Molina, y allí, entre varios posts, di con el que anunciaba la presentación de tres libros. Uno de ellos era del propio Molina; otro, el de un psicólogo que me había atendido en un hospital público tiempo antes.
La sorpresa al leer su nombre y su apellido me devolvió al primer plano de la memoria las anécdotas emblemáticas de esos cuatro meses de tratamiento, veinte minutos cada "encuentro", y dejé un comentario donde me preguntaba si parte del libro no habría surgido las veces en que el profesional me decía "seguí hablando" mientras apretaba con infructuoso disimulo las teclas virtuales de su celular debajo de la mesa. ¡Tal vez no estaba mandando mensajes de texto, tal vez estaba tomando notas para que la inspiración no pasara sin quedar fijada en algún soporte!
Molina, en un solo gesto, demostró ser un pobre pelotudo. En el gesto de no aprobar mi comentario. Un pobre forro pelotudo y un cerdo corporativo con irrefrenable voluntad de deidad y síndrome de dedo cliqueador, que no quiere que se conozca esta característica del psicólogo escritor que publica en la misma editorial que él.
Con los años comprobé la constancia de su pelotudez. Por ejemplo, al leer declaraciones periodísticas en las que afirmaba que "la lección de historia que nos dio el kirchnerismo fue fundamental" y que "el kirchnerismo debe ser una etapa superadora del peronismo", o en las que directamente justificaba el delito: "Creo que para cruzar el río hacia la orilla más limpia primero hay que embarrarse los pies (…) Reconocer las zonas oscuras del kirchnerismo es también reconocer las zonas oscuras que uno puede tener como ciudadano, ex marido, novio, padre, hijo o trabajador".
No es difícil pensar que en otro contexto histórico, en aquel donde las armas estaban al alcance de la mano y se repetía con una liviandad pasmosa que el poder sale de la boca de los fusiles, Molina fácilmente habría encontrado en sus zonas oscuras una explicación para ensuciarse no con barro, sino con sangre.
En el tiempo corriente no hace falta de la imaginación para saber su índole. Enumera las "medidas positivas" del gobierno anterior y detalla: "La Asignación Universal por Hijo, la estatización de las jubilaciones, los trenes, YPF y Aerolíneas, el matrimonio igualitario, la derogación de la ley de flexibilización laboral…".
¡¡Los trenes!!, dice el hijo de puta, y no hace ni una mención rescatada de sus zonas oscuras sobre el estado de los trenes, que terminó con la masacre de la estación Once y que había dado varios preavisos en el Mitre, el San Martín y el mismo Sarmiento.
(¡¡La estatización de las jubilaciones!!, dice el tarado, y avala que el Estado se apropie de tus aportes para pagarles a los conductores de 678 o para gastarlos en lo que sea. Y, lógicamente, ni siquiera llega a cuestionarse la existencia de ese esquema Ponzi que son las jubilaciones. ¡¡YPF!!, dice el infeliz… Sí, ese chistecito de Kiciloff del cual tuvo que hacerse cargo este gobierno. Etcétera).
Pasaron los años. Yo, en noches de insomnio, sigo dando vueltas por los blogs que quedan, y de nuevo el Algoritmo Mayor me lleva al blog de Molina. De ahí hay apenas un paso al recuerdo de aquel comentario desaprobado. Busco el post, encuentro, de nuevo, el nombre del psicólogo y la ausencia de mi comentario, y lo escribo otra vez. Y el pobre pelotudo de Ignacio Molina vuelve a desaparecerlo, como otros desaparecieron la inflación o la pobreza. En su oscuro y minúsculo espíritu kirchnerista, lo que no se ve no existe. La masacre de Once no existió, la plata de las jubilaciones no se la fumaron, los muertos de La Plata fueron solo cincuenta, el psicólogo no me boludeaba…
Ahora, si gana Fernández, como parece que va a ganar, seguramente volverá al ataque, sintiendo reivindicadas sus ¿ideas? por el resultado electoral, con más declaraciones de ese estilo. Y apostaría a que además pega algún carguito y termina como funcionario.

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