viernes, 20 de diciembre de 2019

El forro de su chico sin forro

La señora a la cual le pagué por existir un rato, siendo esa ocasional forma de la existencia la lectura de algunas de las cosas que escribo, devolvía mis textos llenos de observaciones, desanimantes por la cantidad y, a veces, porque me sentía como Marge y Homero cuando los obligan a hacer un curso donde les dicen que la leche va en la nevera y la basura en el bote de basura (eso es mucho muy importante).
En uno de los mails le dije que no valía la pena poner tanta energía para obtener un (supuesto) beneficio que no sería más que ínfimo, marginal. Porque no escribo nada del tipo de "cómo explicar con palabras de este mundo…", ni siquiera un "el forro de su chico sin forro", que no es de lo mejor que escribió su autora, pero que toca una cuerda acorde a estos tiempos.
Me quedó en la cabeza esa frase que cumplió su objetivo ganchero, y hoy volvió de nuevo, y la vi desde otro lugar. Pensé en cómo habrán decidido, la chica del verso este y la persona con la que trabajó los textos (que resultó la misma que hizo una muy laudatoria nota en Página 12), que eso iba, cómo habrán celebrado la ocurrencia, la satisfacción de obtener un hit, algo que conmueva a las almas buenas europeas.
Y de pronto veo todos los prejuicios (bueno, algunos) de la socióloga que lo escribió. Desde el uso de la palabra "chico", que ninguna persona con características similares a las de su protagonista usaría, a la eterna victimización de la mujer, que pasivamente acepta que la cojan sin forro y le acaben donde quieran, pasando por la presunción incuestionable de que los cinco hijos fueron concebidos con violencia. Siguiendo por la de que son hijos de su "chico" o pareja, continuando por la de que en efecto sabe de quién son hijos. Bueno, me fui al carajo, estoy haciendo una disección como la que hacía la señora esta sobre la gilada que escribo (??).
Como sea, el "chico" me hace bastante más ruido que la repetición de la palabra "forro", que la proliferación de ques ("que retenga unos minutos el cansancio, / que lo guarde en un pañuelo, / que no lo suelte, que tampoco se despabile") y que los adjetivos antepuestos al sustantivo ("la espesa calma de la infancia"), todas cosas que, a su vez, les hacían respectivos ruidos a la señora esta y a la otra persona a la cual le pagué por lo mismo.
Pero lo que más ruido me hace es la gente que quiere hablar de algo que no le pertenece, de algo donde no pertenece, y muestra tanto las costuras. Como esa otra chica, que, necesitada de idealizar, idealiza a las "chicas del conurbano" que laburan de camareras y que "pueden derribar todos los adoquines del barrio". Supongo que los del barrio donde trabajan, porque en el conurbano no hay adoquines, salvo en lugares que ella llamaría "chetos". Como esta misma poet, que no puede evitar el lugar común y habla de que a esa hora tardía todos viajan apretados y con sueño en el colectivo, cuando –cualquier trabajo de campo lo confirmaría (?)– la hora en que se viaja apretado en el bondi no es una hora tan alta de la noche como para que todos tengan sueño o para que le pidas a tu vieja que te espere despierta.
Sí, ya sé, soy muy literal. Cuando leo y cuando escribo. Perdón.

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