viernes, 20 de diciembre de 2019

Nada más queda

No están más, desde hace bastante, los teléfonos públicos, víctimas de la tecnología, del negocio de las telefónicas y del avasallante y cada vez más especializado control social, que quieren obligarte a que tengas celular. No está más, desde hace varios años, el de Bustamante casi Lavalle, pero quedaba el cuadrado de cemento en la vereda como un recordatorio, aun después del cierre del almacén, que tampoco está más.
La otra noche, exactamente diez años después, hice parte del camino que compartí una vez con una persona a la que creí conocer, y noté, con casi tanta tristeza como la que me provoca que me haya expulsado de su vida sin mayores avisos, que las baldosas nuevas del intendente Blangino (?) llegaron a esa vereda. Y ahora no está más ni el cuadrado de cemento.
Otro día de estos fui a oler jazmines a la calle de la rima fácil, a esa casa a cuya vereda voy a veces y a la que una vez llevé a la misma persona a oler jazmines, ya que en ese tiempo no quería venir a mi casa (y la única vez que vino, bastante después, no era época de floración).
Y ¡sacaron los jazmines!
Cada vez más cosas van quedando solamente en un lugar tan abstracto y solipsista como son las conexiones cerebrales. Un día de estos voy a buscar en mi cabeza algunas neuronas para producir un recuerdo y la dopamina consiguiente, y tampoco van a estar. Y ahora, que busco y todavía encuentro, ¿qué certeza tengo de que eso, en verdad, sucedió?

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