viernes, 7 de diciembre de 2007

Subversión

Comentaba yo mi guerra de supervivencia contra mis vecinos invasores, que me tratan como a un prisionero iraquí, privándome del sueño, y permitiéndome vivir sólo cuando ellos quieren.
Y mi interlocutor me decía: “Si no te hacés respetar, nadie te va a respetar”.
Creo que es cierto. Y por eso estoy en guerra, aunque toda guerra es desgastante.
Sin embargo, en algún lugar de mi cabeza tenía configurado que debía ser al revés: que el respeto venía, o debía venir, dado de movida.
Y pensándolo, creo que debería ser así; que el respeto por el otro forma parte esencial del autorrespeto.
¿Debería ser así o es la puta educación que me comió la cabeza?
¿O es que me considero liberal y creyente en aquello de que la libertad propia termina donde comienza la ajena?
Como sea, mi casa empieza en las paredes y el cielo raso, y si quisiera escucharlos, los invitaría a tomar algo. Y si quisiera oler mierda de perro, tendría yo mismo un perro.

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