miércoles, 24 de agosto de 2016

Hay cadáveres (versión vegana)

En las calles, bajando de camiones, hay cadáveres.
En los negocios, en sus vidrieras, iluminados
con luces rosas,
hay cadáveres.
En los supermercados, en la parte más fría, hay cadáveres.
En los restoranes, en los bares,
en sus menúes hay cadáveres.
En tu casa
hay cadáveres.
En tu plancha, en tu horno,
en tu heladera –en el cajón de abajo–
hay cadáveres.
En los camiones atestados y hediondos que cruzás
en la ruta, aunque todavía respiren, hay cadáveres.
Cuando cae la maza y el sismo vacuno signa la zona,
cuando su energía queda allí,
suspendida, atiborrando el barrio,
hay cadáveres.
Aunque tercerices la muerte para
no cargar tu conciencia con el gemido
postrero, hay cadáveres.
Cuando la hija de mi dentista encuentra
una vaca en su libro
para dibujar animales y yo le digo
"¡uy, un churrasco vivo!"
es para que vaya sabiendo que
hay cadáveres.
En el alimento de tu mascota –a la
que seguramente hiciste
mutilar– hay cadáveres.
En el aroma seductor de las parrillas,
en el asado del domingo, con todos tus amigos, en toda
tu familia hay cadáveres.
En tu aliento, en tu postura, en la acidez de tu pH
hay cadáveres.
Entre dos panes hay cadáveres.
Entre tus dientes hay cadáveres.
Manjares, minutas, bodegón
para tacheros fafaferos, recetas de autor, acompañados
por hojas verdes, en canal Gourmet hay cadáveres.
En tu boca hecha agua, en tu atareado estómago, en un recodo
de tu íleon,
en tu yeyuno hay cadáveres.
En el vientre de la vaca a la que le sacás
el vacaray… cadáveres.
En tu producción de adrenalina,
en la resistencia
a los antibióticos,
en el sabor de tu entrepierna jugosa
hay cadáveres.
Entre las letras ínfimas que disimulan
los ingredientes de las Cerealitas, hay cadáveres.
En la uña del rabino hay cadáveres
kosher.
En las dificultades que tengo cuando podría ser una opción
invitarte a comer, entre otras cosas
hay cadáveres.
Decapitados por el de Café San Juan, que vierte
su sangre caliente, aún palpitante, en un tacho
para hacer morcilla y que, sin embargo, sucumbe
ante el tabú de la muerte y no los muestra
en cámara, hay cadáveres.
En ese templo de los niños coronado por arcos dorados
donde la felicidad viene en cajita, hay cadáveres.
En la pizza de anchoas que me voy a comer en un rato, hay cadáveres.
En tu plato, en tus ojos,
en tu deseo…
En tu vida, indispensables, hay cadáveres.