sábado, 9 de febrero de 2008

Dolores Barreiro

Sí, no te voy a decir que no está buena, aunque los años pasan, implacables: las piernas kilométricas, la fineza, las gomas sutilmente hechas, los labios bioplastificados…
Pero transmite frialdad y soberbia. Es una heladera que condesciende a bajar de su burbuja belgranense de origen-pilarense de residencia para que los mortales podamos apreciar su belleza inalcanzable, a toda ella inalcanzable: alumna bien aprendida de colegio caro, la más concheta de las conchetas, la más top de las top, no es lo suyo rebajarse a decirle “muqui” a la otra. Another level, baby, uno tan superior que la deja a salvo de ulterioridades, judiciales o mediáticas, en el caso de tenencia de estupefacientes que involucró a su marido. A salvo ella y, por extensión, a salvo él.
Desde lo alto de su equino, nos hace un favor a los espectadores, a los pajeros, y también a los diseñadores y demás integrantes del submundo de la moda y la TV, al brindarnos gotas de su lánguido glamour con indolente suficiencia y desdén.
Con esta, sí, a diferencia de Araceli, me he hecho unas cuantas pajas en una versión bizarra y personal de la Historia de O., hasta que su frigidez postural trocara en un atisbo de orgasmo, no por la estimulación múltiple y masiva, sino, quizá, por sentirse finalmente puesta en caja y aniquilada su actitud de querer ser musa onanística solo para la gente como uno: si vivís de Santa Fe para allá no te podés pajear conmigo, querido.
Raro que no se lo llevó a Cambiasso. Ese sería un buen lugar para ella. O, si no, gato de una realeza que no tenemos, pero que, como a su admirada-envidiada Susana, le haría sentir que pertenece. Sin embargo, fue Pancho Dotto el que le rompió la telita cuando tenía 17 y todavía iba al cole… (Pancho, esa fue tu obra maestra, ¿no?).

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