domingo, 17 de mayo de 2009

Valeria… naaa

¿Valeria? ¿Cómo que llamó Valeria? ¿Para qué llamó? ¡Quiero saber qué te dijo!
Recomienza la invariable discusión.
Yo soy tu mujer ahora. Quiero saber si estás capacitado para decirle que no. Cada quince días vienen los chicos, no tenemos tiempo para nosotros…
Esta vez la trasladan al balcón para no pelear frente a los hijos de él. Curiosamente, mientras están solos no galopan desbocados por el departamento, como hicieron durante las últimas tres horas, impidiéndome descansar lo necesario para sentirme en condiciones de ir a un recital en el GBA.
Como me impidieron dormir la noche anterior las amigas de ella, que terminaron la reunión a las cinco de la madrugada; como me lo impidieron cuando se levantaron todos, a las diez, y hasta las doce. Como me lo impidieron cuando volvieron, a las tres. Como me lo impidieron los otros niños, festejando sus inacabables goles virtuales.
Como me lo impiden casi a diario, aunque tome clonazepam, alprazolam, lorazepam o valeriana; aunque cierre la ventana, baje por completo la persiana o use tapones en los oídos.
Como despertaría a cualquiera escuchar voces a dos metros de la cabeza. Porque están en su balcón, pero a la misma distancia podrían estar en mi pieza. Como despertaría a cualquiera el profundo retumbar de las paredes y el techo con las carreras de los niños, y con los macizos pasos de los adultos.
Como están los chicos, discuten en voz baja, y no oigo cuando ella le dice que quiere casarse y tener un hijo, y le reprocha que a él le dé lo mismo con ella, “pero con Valeria no te daba lo mismo”, y lo corre con que lo va a tener sola si no lo tiene con él.
Tampoco me entero de si ella dejó de tomar las pastillas anticonceptivas o si evitará repetir la historia de Valeria, que tuvo su segundo hijo como último –y vano– recurso para salvar la pareja. Porque no sólo me entero de cada vez que garchan, sino que hasta sé cómo se cuidan. ¡Será de dios que hasta eso me obliguen a saber estos hijos de puta!
¡Será de dios que me hayan robado otro día de mi vida!
¡Y será de dios que no los haya podido cruzar todavía, que no haya encontrado la manera!

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