jueves, 17 de diciembre de 2009

12 centavos

La minibaguette me realimentó la voracidad por la harina con miga un domingo en el que mi desayuno fueron seis porciones generosas de pizza y una cerveza.
Una parte de mi cerebro, la más puta adicta reventada yonki del orto, empezó a latir tan fuerte que me fui al súper y me compré dos minibaguettes más. Me llamó la atención que no costaran $ 1,15, como la otra, sino $ 1,19; pero como había llevado $ 2,50 no me importó demasiado.
Llego a la caja, donde no hay nadie, salvo la cajera comiendo algo. La chica del piercing en la nariz articula el saludo obligatorio con la boca llena, pasa los panes por el escáner, y me dice que son $ 2,38. Le doy el billete, la moneda, y me pregunta sin mirarme si quiero donar doce centavos para Unicef.
“No”, es mi respuesta, espontánea y tajante. Pero lo tajante se diluye rápido, y me siento compelido a explicar que prefiero guardar las monedas para el colectivo, ir juntándolas de a puchitos. Me da el ticket/tique y la moneda de 10, y me dice que podía haber donado dos centavos, que ahora esos dos centavos se los queda Carrefour.
Balbuceo algo, nuevamente forzado por su interpelación. No sé qué me sale de la boca, ni si se entiende. Mucho menos, si le interesa entender: más bien, imagino que solo quiere hacerme sentir mal. Calculo que pensé algo así como: “Me cago en Unicef y en Carrefour: si no es en mi bolsillo, me chupa un huevo dónde quedan”. Cuando es para mi bolsillo, me pongo a escarbar el asfalto con las llaves para rescatar una moneda de 10, en el medio de Rivadavia a las ocho de la noche o deteniendo un 180 como el chino aquel paraba el tanque en Tienanmen.
O tal vez haya tratado de decirle que si me decía que, en vez de doce, podía donar dos, quizá hubiera podido colaborar con los niños desamparados… O que me cago en la intención de su empleador de manejar menos monedas encubriendo su ahorro operativo con la máscara de un fin solidario.
Como sea, las palabras quedan atascadas, y tengo que venir acá para tratar de soltarlas.

De vuelta en casa, al primer mordisco me doy cuenta del porqué de la diferencia de precios. Las baguettes que compré son “sin sal”…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

fueron sies (me habia olvidado de decirte).





No me puedo dormir,no me puedo ir....te leo.Me encanta leerte.

Anónimo dijo...

Hola,hola...ni vos ni la cajera escucharon hablar del vuelto exacto o redondeo a favor del client@?.
Yo siempre digo No y agrego rapido Gracias.Como para hacerles sentir que me estan ofreciendo ayuda a mi y yo no lxs necesito para nada.Darles vuelta la cosa,digamos.El "Ud.puede donar....$$$$ a favor de...." suena....le estamos dando su oportunidad d realizar su buena accion del dia....comela vieja!
Igual debe ser una verga tener k estar trabajando y encima estar obligdxs a importunar a la gente con esa pregunta del orto.Ocho horas del dia teniendo q ser indiscretx,cuantas veces seran??.Con lo odiosa k es la gente.
Deberian hacerle juicio a la empresa.
Se ve q el Sindicato mira otras cosas...

otro anónimo dijo...

La otra vez tuve una "descortesía" similar, un no inesperado, que me gustó mucho.
Iba en un tren, y un chabón recién subido, con mochila y dos bolsas de Carrefour colmadas, me pide que le dé el asiento a una mina que no iba con él.
Y le dije que no.
"No. Los asientos para personas con movilidad reducida son otros."
Chupala, metido. Que lo pida la vieja, que ni siquiera era tan vieja (cincuenta y pico) ni parecía sentirse mal.
Me eché un pique enorme para conseguir asiento y lo voy a ceder porque a vos se te ocurre, cuando me quedan trece estaciones.
Volvé a chuparla.
El chabón que estaba sentado a mi lado, con su mp4 repoduciendo video, hizo alarde de su generosidad y le dijo: "¿Necesitás algo?", y terminó parándose él.
Yo no.
Bien por mí.