jueves, 14 de enero de 2010

Descoordinados

Era como la tercera vez que salíamos juntos de cursar, charlando, y encarábamos por una calle para doblar y doblar, y terminar yendo para el otro lado. Caminábamos lentamente, más a lo ancho de la vereda que a lo largo, entorpeciendo el paso de los apurados transeúntes de Córdoba casi al mediodía.
La fruta amenazaba con pudrirse en el árbol, pero en un semáforo pude repentizar de esa forma que repentizo a veces, que nunca sé si está bueno lo que digo o si es una gilada cósmica: “¿Es acá cuando tengo que comerte la boca?”. Su primera respuesta gestual, que interpreté de estupefacción, me hizo pensar que le había parecido una boludez irrecuperable; pero ella también repentizó: “Te la puedo comer yo a vos”.
Las bocas, sonrientes, se acercaron, y, por la ansiedad o por la sonrisa, el primer contacto fue el de nuestros dientes chocándose.
Un rato después, los cuerpos mediante, volvimos a ejercitar la descoordinación.
Definitiva, fatalmente.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Lo definitivo siempre va d la mano d lo fatal?.
Necesito dormirrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr!Grrrrrrrr

Olga dijo...

Me quedé pensando bastante en esa pregunta.
Incluso busqué en el diccionario para ver si encontraba una punta de la cual desprender una idea.
Pero no. Nada.
No sé.
Intuyo que sí, pero no sé.

Lo que sé es que además de dormir, necesito descansarrrrrrrrr.