jueves, 15 de abril de 2010

Momentum

Me da tanta envidia la gente que puede ir y venir de distintas situaciones, atravesándolas como si ni siquiera cruzara la calle. Están acá, y en un rato están allá, y después vuelven acá, o van más allá, y pueden estar en todos esos lugares como si fueran el mismo, desenvolviéndose con una soltura y un aplomo que me son tan ajenos, con una cotidianeidad y una continuidad que me son imposibles.
Tenés un rato al mediodía en el laburo, vas –como si nada– a un quilombo, te echás un polvo y volvés como si nada.
Te levantás, estás corta de tiempo, y salís a la calle sin comer, o sólo con un café encima. ¡Y podés funcionar!
Estás en cualquier lado, te fumás un caño, y seguís lo más campante, un poco más encendido, pero con la capacidad de interactuar intacta.
En un par de días tenés que hacer algo a una hora incómoda. Y ese día te levantás y lo hacés. No tratás -¡vanamente!, encima- de acomodar tus horarios tres o cuatro días antes para que no sea un gran esfuerzo levantarse, para no despertarte muy tarde, para, consiguientemente, no acostarte muy tarde, para asegurarte las horas de sueño que necesitás. Ese día te ponés el despertador si es necesario, te levantás y lo hacés.
Estás en una fiesta, pegás onda con alguien, terminás garchando en el baño y, cuando volvés a la reunión, no estás ni transpirada.
Estás cansado, te tirás un rato, para un siesta, o para dormir largo, y te dormís rápido; la cabeza se apaga enseguida, y hasta luego, hasta mañana.
Tenés que ir a un lugar, y vas, sin preocuparte por comer mucho antes de salir para que no te baje la presión, sin llevar comida en el bolsillo por las dudas…
Te despertás, y te volvés a dormir al toque, sin temer que la cabeza se dispare, inatajable; sin que te den ganas de hacer pis cada vez que el sueño está a punto de reconciliarse.
Tenés que hacer algo en público, dar un examen, encontrarte con alguien para una charla decisiva, y un rato antes estás haciendo otra cosa, hablando con gente, ¡escuchando música! No precisás ni un silencio total, ni una alta concentración, ni repasar lo que querés decir o hacer para que salga más rápido y natural, ¡para que salga!…
Yo necesito tanto preparativo desgastante, tanta energía se me va en lo previo, que no puedo no envidiarlos mucho, que no puedo no flashar un toque con saber cómo es estar ahí.
El momento al que lleva esa construcción, además, es tan breve, que no puede demorarse. Cuando todo mi organismo está en el efímero momento justo (en el instante diamante, preciso y precioso), ahí tiene que ocurrir.
Me duran poco la lucidez, la fuerza, la vitalidad. El pegamento de los pedacitos sueltos con que prearmo el discurso, los actos, este blog. Porque cada cosa es una agotadora construcción, una ardua edición, a cada lugar llego remándola con las manos.
Todo esto me hace acordar a la gente que puede controlar su orgasmo, demorarlo, hacerlo explotar cuando quieren…
¿¡Cómo será vivir una vida así!?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ejercicios de Kegel,es la respuesta para el anteultimo parrafo.Al menos eso dicen en caso de ser hombre.Ja.
Para el resto,0 comentarios ya que considero que cada cual la rema a su manera.Bueno,es que hasta los mancos reman.

Anónimo dijo...

Según vi, los ejercicios de Kegel se recomiendan para las mujeres que han parido y para los hombres con eyaculación precoz.
Ninguno de los casos es el mío…
Igual, voy a intentarlo. Aunque creo que me sería más útil revisar la parte del cerebro que da la orden…

Respecto de remarla, me parece que el post hace referencia a quien está en un lugar, y “todos” creen que estar allí es un emergente de otras cosas, que estar allí implica otras cosas, que al estar allí puede hacer otras cosas… y no es así.
Esperan cosas, sobreentienden cosas, dan por sentado que es un lugar más en el que se está, que como ese hay otros… y no es así. Se llegó ahí, y sólo ahí, y de puro pedo y/o a partir de poner tanta energía que no queda nada para el resto.

Ahora que lo pienso –que lo imagino a Scioli–, los mancos tienen ventaja: con el brazo ortopédico se puede hacer más tracción que con las manos para remar…

Anónimo dijo...

Es como cuando yo digo "fui al dentista".
El que escucha pensará que entre otras cosas fui al dentista.
Y en realidad todo lo que hice en el día estuvo signado por ir al dentista. (Y tal vez una parte del día previo, para no acostarme muy tarde, y tal vez una parte del día siguiente, porque me acosté muy tarde). Una hora para levantarme y comer. Dos de viaje de ida, mínimo una allá, dos más de vuelta, que pueden ser más si camino una parte del trayecto de vuelta. Quizá dos o tres horas más si me invitan a cenar...