martes, 31 de agosto de 2010

No me soporto a mí misma

Trato de no entrar a los cybers que no indican el precio en la vidriera o en la puerta. Ni a cada negocio que no exhibe el precio de lo que ofrece. Si querés vender algo, una hora de cyber o un jean, ¡facilitá las cosas!: decime cuánto cuesta y qué características tiene. Trato de no entrar porque me molesta mucho preguntar en los negocios, y seguramente eso me ocurre porque sospecho que, si no tienen lo que quiero como quiero, van a ofrecerme dedicada y convincentemente otra cosa, y la voy a terminar comprando como una perejila, sin poder negarme, sin poder ver que no es lo que quiero, sin poder decir que no.
Pero a veces no queda otra: es domingo, es tarde, ninguno tiene disquetera-compactera-USB, necesito, lo que sea. Eso fue lo que pasó la otra vez. Estaba en un lugar inhóspito, tenía que hacer unas cosas en una compu, ya había caminado un rato buscando, y me metí en el primer cyber abierto que encontré. Aunque no tenía el precio a la vista.
Le pregunto al pibe cuánto cuesta y cada cuánto tiempo fraccionan, y alcanzo a mentirle que ando con la moneda justa, la excusa que alguna vez se me ocurrió para preguntar el precio en un cyber y poder decir que no con un argumento que, al resultarme razonable, me evita sentirme incómoda. Mientras atiende otra cosa, me responde que cobran “un peso la media hora”. Antes de que me diga cuánto cuesta la hora, me anticipo y completo diciendo: “Y dos pesos la hora…”.
La reconcha mía, la de mi madre y la de todas las mujeres de mi familia. ¿Por qué mierda digo “dos pesos”? ¿Quién carajo me manda a hablar por el otro? ¿Por qué no puedo quedarme callada?
Y no importa si, en vez de dos pesos, cobraba uno cincuenta; si era de esos cybers que cobran más cara la primera fracción. Lo que importa, y me revienta de mí, es que les hago el laburo a los otros.
Algo así me dijo la otra vez el médico que me conoce de niña pues atendía a mi abuelx: que trataba de anticipar las cosas, lo que piensan los demás, y me parece que agregó que también era así en mi infancia.
Lo mismo cuando mi dentista suspende la cirugía programada porque se va de viaje, es su cumpleaños, ambas cosas o lo que haya sido. No me llama ella para avisarme: llama la secretaria del lugar público donde atiende y deja un mensaje en el contestador pidiéndome que la llame.
Cuando llamo, la mina me dice que la cirugía se suspendió. Antes de que me explique las razones, sean verdaderas o inventadas, la interrumpo y le digo que “ya sé, creo que ella estaba por viajar”, o algo así. “Ah, ya sabés”, me contesta, y no me agradece que le haya evitado tener que poner la voz para justificar la ausencia de la doctora, que, finalmente, no se debió a un imponderable, sino a su comodidad.
De nuevo, ¿por qué no me puedo callar? ¿Qué mierda quiero demostrar hablando? ¿Que entendí, que soy inteligente, perspicaz, avispada, que tengo alta empatía? ¿Por qué carajo me llevan en su ola? Porque más allá de que me impida hacer pie la potencia que pudiera tener, muchas veces soy yo quien se monta en ella…
Cruzo la calle por la senda peatonal en una esquina sin semáforo y ya no me apuro cuando viene un auto si tengo la certeza de que el conductor me vio. Aprendí a mantener mi paso, a defender mi lugar, a no hacerle el trabajo al otro, a un otro que no me interesa y al que no le intereso.
Cruzo la calle por la senda peatonal en una esquina con semáforo y ya no me apuro si el muñequito rojo comienza a titilar, ni me inmuto cuando un pelotudo quiere hacerse el pistero y acelera el motor con el auto detenido. Porque sé que no va a arrancar. No va a hacerlo aunque el semáforo se me ponga en rojo ni aunque se le ponga en verde.
Eso lo aprendí sola. Sin verlo en otrxs. Me costó años de peatona, pero al final me di cuenta. Y lo hago a propósito ahora. Camino despacio a propósito delante de ellos, y les hago gestos de que voy cruzando por la senda si no paran. Y si me putean, como me putean, les devuelvo la puteada aunque no me oigan.
Bueno: voy a tener que aprender a quedarme callada también. Me pregunto si eso incluirá a este blog.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

y la gente no te soporta a vos...

Anónimo dijo...

Eso ya lo sabemos.
Lo dice el subtítulo del blog...