jueves, 7 de abril de 2011

Un caso de escopeta

8/9
Le mando a [Minombre en diminutivo] que estaba ansioso por estar con sus amigos. Cariños, Yoli. Gracias.

9/9
Mami:
En cuanto entré a clase olvidé mi llanto y me puse a jugar con mis amiguitos.
El viernes iremos al teatro, traer sin falta $ 15 para la entrada y transporte. ¡No olvidarse!
Notif:

10/9
Me alegro que después al estar con sus amigos no haya llorado más. Todos estos días fue tan entusiasmado que no comprendo por qué vuelve atrás; mientras cenaba repetía una y otra vez que no quería ir mañana. Sin duda [Minombre] es “un caso de escopeta”.
Reciban un beso grandote y agradecido este día por todo lo que brindan a nuestros hijos.
Le adjunto el dinero y una cajita para la señorita Beatriz.
Cariños. [Mimadre].

10/9
Gracias por tanto cariño.
Lo de [Minombre] puede ser que le gusta llamar la atención y sabe que esa es una de las formas de hacerlo.
Un beso.
Yolanda.

En un blog sobre mi equipo de fútbol, leo una referencia a un partido que hace 17 años perdimos 2 a 1 contra cierto rival, uno de cuyos goles lo convirtió un jugador de apellido italiano. Entonces dejo un comentario contando que recuerdo otra derrota contra ese equipo, más o menos por la misma época, una tarde en la que uno de los goles lo hizo un jugador de apellido parecido a aquel. Y pregunto si se trata de dos partidos distintos o si durante todo este tiempo rebauticé a aquel goleador y lo recordé con otro apellido.
El chabón del blog me confirma que se trata de dos partidos distintos, uno del año 92 y otro del 94. Le agradezco la respuesta y le menciono otro partido contra ese rival, en el cual el arquero de ellos nos hizo un gol de arco a arco que fue anulado por offside (!!). Le menciono el hecho y el apellido del arquero, y remato el comment planteando mi recuerdo como una pregunta retórica.
Su nueva respuesta, “correcto, no desconfíes de tu memoria, venís muy bien”, me anima a lo que sigue.


La misma pelotuda esta que como primera explicación, y única digna de señalarse, hablaba del niño al que le gusta llamar la atención fue quien me cagó a pedos una vez porque yo agarré el libro/cuaderno de actividades e hice la que íbamos a hacer sin esperar a que ella diera las indicaciones del caso, sólo siguiendo las instrucciones escritas en el encabezamiento.
Parece que lo hice mal. Lo que no parece, sino que fue más o menos así, según lo ha consolidado mi memoria en años de recordar este recuerdo –uno de los dos o tres más nítidos que tengo del jardín de infantes–, es que la mina me abochornó delante de todos diciéndome que “ahora que lo arruinaste, no lo vas a poder hacer de nuevo”, o algo así. Algo que mi memoria puede expresar así.
Digo “parece que lo hice mal” porque releo ese pedazo de la libreta que ha sobrevivido con el intercambio madre-docente y flasheo que quizá lo hice bien, que entendí bien el enunciando y lo hice bien, y la mina esta me dijo que lo hice mal para que no siguiera haciendo cosas por mi cuenta.

Ah, la señorita Beatriz era la maestra de la otra sala, y usaba unas sandalias con plataforma de corcho que me gustaban mucho. Bueno, no sé si me gustaban las plataformas porque las usaba Beatriz o si me gustaba Beatriz porque usaba plataformas…

De mi madre denigrándome no voy a decir nada.

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