viernes, 30 de noviembre de 2012

Pesadillas

Una de las muchas cosas de mis padres que repito, una de las pocas que repito pudiendo identificar la repetición, son unas pesadillas que tengo de vez en cuando, que terminan en gritos balbuceados en el mismo sueño, de los que tengo conciencia aun en el sueño y que son muy parecidos a cómo recuerdo los gritos de mi padre cuando gritaba en sus pesadillas.
La otra noche tuve una de esas pesadillas con gritos. No sé con qué estaba soñando, pero empecé a gritar, y, como de costumbre, una parte de mi cerebro se activó, de modo que registré los gritos y también su interpelación para que me despertara y se terminara esa situación horrible. Entonces, finalmente, me desperté.
O eso creí. Porque –supongo que– de inmediato reconocí la oscuridad y la opresión de los sueños, y recomenzaron los gritos, y esa parte de mi cabeza instándome a despertar, y ella misma u otra parte, anoticiándome de que seguía dormido. Entonces, finalmente, me desperté.
Mientras me reacomodaba a la realidad, y mi cuerpo dejaba atrás sus respuestas ante el peligro, o mientras trataba de volver a dormirme y matizaba la espera con las ideas recurrentes con las que la matizo y trato de hacerla breve, me acometió la intuición de una analogía. Yo pensé que me había despertado, pero no: sigo en el medio de la pesadilla, y balbuceando esos gritos que no me despiertan. Consciente de ellos, pero sin salir de la opresión y la oscuridad.

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