miércoles, 29 de octubre de 2014

Llamé y me cortaron

Está el tema ese de Billordo que dice "Llamaron y cortaron", sobre el que se pueden hacer algunas observaciones quizá demasiado literales: cómo sabe que los que llamaban eran quien él dice (sí, ya sé, identificador de llamadas… ja), por qué solo lo llaman tipos, qué relación hay entre esos llamados y la persona que lo dejó, por qué llaman y cortan…
En especial, sobre esto último, ya que en casos así, de intentos de comunicación en situaciones (¿casi?) irremontables, más que recibir llamados que cortan, soy yo quien llama y, presa de la duda –sobre qué decir ya, a estas alturas, o para qué–, balbuceo con la boca seca de orfandad, o me desmorono ante la primera palabra que recibo y en la que encuentro un tono hostil o ajeno, seguramente inexorable, seguramente previsto.
Tanto que a veces soy yo quien levanta el teléfono y no se anima a llamar, quien pasa por donde está el teléfono y decide no levantarlo para evitar esa sensación horrible de sentirse a punto de molestar, o de invadir, o de intentar acercarse a un lugar donde ya no serás bienvenido, a un lugar del que quedé irremediablemente afuera. Lo cual era obvio para una parte de la propia percepción y será aún más patente cuando la conversación termine y el peso de esa realidad confirmada sea aplastante.
Y otras veces soy yo quien corta, cuando en la cabeza, de repente, desaparecen las palabras que instaron a ese llamado, o cuando se derrumba el sentido que ellas parecían cobrar. Seguro que alguna vez llamé y corté por algo así.
Pero las más de las veces soy yo quien llama y son ellos los que cortan al escuchar mi voz. El contestador automático no entró, el identificador de llamadas falló, el reflejo de responder al ring prevaleció sobre el recuerdo de evitarme –porque soy un monstruo al que mejor evitar, parece–, y la respuesta fue cortar. Llamé y me cortaron. Más de una vez. Llamé y fue una mierda.
Sin embargo, donde quería detenerme es en la parte en que los amigos lo citan en un bar y le dicen que ya no quieren ser sus amigos. Quiero detenerme allí pues me dispara una pregunta que cala hondo en mi pasado. Y en mi presente, que suele no ser otra cosa que la repetición de mi pasado. ¿Es mejor que te lo digan o, en cambio, es preferible que la relación se termine sin aviso, yéndose en fade, en llamados y mails sin respuesta?
La primera sensación es que ambas cosas son una mierda. Como que llamen y corten, como que no llamen, como que prefieran jugar al truco o ir a marchas con carteles que dicen "ningún pibx nace heterosexual" (hay que ser muy pelotudx para levantar un cartel con esa frase) en lugar de interactuar conmigo, como que siempre encuentren allí o en cualquier lado algo mejor que en mí. Siempre.
Si lo pienso, si hago el esfuerzo de razonarlo, preferiré que me lo digan: conlleva cierto respeto, cierta consideración, expresar las cosas claramente cuando suceden. Implica tomarse un tiempo para juntar las palabras, para afrontar el momento tal vez incómodo de decirlas, aunque, como los (ex) amigos de Billordo, después se vayan rápido, sin dar explicaciones, sin que haya tiempo para pedirlas. Y sin pagar la cuenta del bar…
Porque claro que sería mejor una explicación plausible además del anuncio. Pero, incluso sin ella, al menos te ahorran atravesar ese tiempo nebuloso de incertidumbre en que es evidente la merma radical de la comunicación, y uno, desorientado, o negador, trata de recomponer el vínculo golpeando una puerta que ya no te van a abrir, que no quieren abrirte más. Y que a veces tampoco cierran de manera explícita, regodeándose, por el contrario, en la mentira del "llamame, que si estoy te atiendo", o agitando la ilusión con un "me gustaría ir a ver a Dancing un jueves con vos" o ejercitando esa mezcla de verdad y eufemismo que es el "si te necesitamos, te llamamos". O apostando a que les salga muy barato, a que su indiferencia desintegre mis intentos de acercamiento mientras me van transformando en un ser molesto que "no sé para qué llama" y que así da aún más razones para evitarlo.
Como replicantes de Videla, te (¡me!) desaparecen, y uno ya no tiene entidad, no está ni muerto ni vivo: está desaparecido. Bah, uno, ellos, lo que había, lo que dijeron que iban a hacer y no hicieron (y uno se quedó esperando), todo desaparecido… Y sin saber por qué o desde cuándo.
(Obvio que sería mucho mejor agarrarlo a tiempo, hablarlo antes, mientras se deteriora, como logré intentar aquella noche en que volví a verme con una persona tras un largo interregno, catorce meses, ja, y pude decirle "pasó algo acá, ¿qué pasó con/en todo este tiempo?", y mencioné como ejemplo la tarde en que, tras seis años, volví a ver a mi padre, cuando me dijo de trabajar con él. Toqué el timbre del lugar ese, y mi viejo salió a abrirme, y me dio la mano en la puerta, y entré, y nunca se tocó el tema de ese tiempo. Ni él ni yo. Ni esa vez ni nunca. "No quiero repetir eso", le dije a esta persona, y no voy a decir lo que me respondió porque no hay cita textual y no quiero tergiversarla, pero la explicación quedó en ridículo cuando la semana siguiente comenzó otro largo interregno, que quizá ya no sea interregno, y que dura hasta hoy, apenas interrumpido el día posterior a una muerte).
De ceñirme a la teoría, valoraré a quien lo dice, a quien da por terminada la amistad, la relación, lo que sea que hubiéramos construido, en un acto explícito e inequívoco. Al rato de ese hipotético gesto, no obstante, cuando se reacomode un poco la cabeza tras el shock, será evidente que no hay nadie, ni nada, salvo la recurrente desconexión, el renovado fracaso de una relación que no prospera, la repetida confirmación de que soy una mierda, y entonces todo es una mierda, lo hayan dicho o no.
Más mierda aún cuando me acuerdo de la única persona que tuvo esa deferencia conmigo, el que dijo con tono de fastidio "no more, no llames más" una tarde en que lo llamé por teléfono, luego de superar el titubeo frente al aparato, la duda sobre si lo llamo o no y para qué, porque está claro que esa búsqueda, la de reeditar la empatía, la comunicación o el cariño explicitado, nunca llegará a destino por una movida mía.
Este boludo, que solía decirme que me gustaba dar lástima, alguna vez me dejó esperando en el teléfono porque estaba jugando al truco, lo cual, obviamente, era más importante que yo. Y otra vez, tratando de hacerme sentir mal, me instó a hacer algo, porque, claro, yo no hago nada. Estoy al pedo. Boludeo. Molesto.
Previsiblemente, era algo en su beneficio: ir a ayudar en el arreglo del techo de chapa de su casa suburbana, porque ¡pobrecitos los pobres!… Oh, las cosas útiles, esas son las cosas importantes, no buscar un lugar, o tratar de construirlo en el medio de la nada en que crecí, sino el extraño mix entre materialidad y espiritualidad barrial que se inventan algunos.
El forro este –que desacreditaba mi pelo largo porque en su adolescencia, cuando tomaron un colegio, en el 73, ellos también tenían el pelo largo, más largo que el mío–, un pelotudo peronista que a su perro le había puesto de nombre Megafón mucho antes del revisionismo K, un necrófilo que buscaba una mujer que fuera su Evita, aquella tarde me preguntó si curtía (sic), me maltrató a su modo, y, con tono ofuscado, remató su sermón diciendo que "estoy en un llonsi de ruedas". No pretendía darme una noticia, pues ya lo sabía, ni dar lástima, porque eso me estaba reservado a mí, ja. Tal vez sólo quisiera decirme que lo mío era insignificante y latoso, que lo realmente groso era lo suyo y que en esa grosez no había espacio para mí.
Los vericuetos de la web me devuelven ahora su nombre y su imagen junto a la gilada dolinesca sensiblera que le gustaba cultivar, publicadas bajo un encabezado que resalta el mucho amor con el que están escritas. Luego de agradecer la lectura, se rectifica para instarnos a leerlas porque "necesito el laburo". Traté de dejarle un comentario para preguntarle si eso no era dar lástima, pero el formulario de la página no funcionaba.
El mismo entramado de bits me muestra también las palabras repetidas y los éxitos de otros conocidos a la hora de renovar con ellas sus relaciones, lo que pone de manifiesto cuán intercambiables les resultan las personas. Esas mismas palabras aplicables a unos, a otros, a otros más… "Queridísimos exalumnos" vale para todos. Incluso para aquellos a los que no querías. Quizá porque no querés a nadie, y solo simulás. Quizá porque para ustedes somos la escenografía que adorna, según convenga, la puesta en escena de su vida. Hoy pinta poner esto acá, mañana me aburre o me molesta y lo descarto en una caja, en un desván, en el silencio. Pero, claro, la persona que posiblemente tenga Asperger, la que tiene dificultades para registrar a los otros, soy yo…
Los veo diciendo lo mismo, porque –ya lo dijo alguien– el público se renueva, y pienso en el próximo incauto al que engatusará la negrera y estafadora que sigue prenseando al multiprocesado político-empresario nac&pop. O en el siguiente idiota que se conmoverá con el verso de la chica pobrecita que no puede acabar con su pareja desconsiderada, que no la entiende y que se toma toda la merca en vez de guardarle un poco.
Cuánto me gustaría poder decirles, con una claridad que nunca alcanzo (que es inalcanzable, porque las versiones de la realidad que se imponen siempre son las de los otros, nunca las mías): "Ey, descubrí tu juego: lo que vos hacías era esto y esto, para que yo y/o los demás quedáramos en tal situación. Eso era lo profundo, la matriz de tu manipulación, y lo que siempre cuento son meras anécdotas, las diversas formas que iba tomando".
¡Y cuánto me gustaría poder exponer esas mentiras, esas palabras repetidas! Que todos sepan que "este salame" y el otro salame fuimos salames por creerle a la chorra esa cuando dijo que nos iba a pagar. Decirles a sus contactos de FB, por ejemplo, cuán garca, estafadora y mitómana es, y que no pueda mentir más, que tenga que inventarse otro modus operandi para estafar trabajadores.
Cortar de alguna forma esta dinámica donde siempre me derrotan en silencio. Donde en silencio me condenan al silencio. Sacarme ese peso no solo yo en mi mirada, sino en la de ellos. No solo que se enteren, pues les chuparía un huevo, sino que no les resulte gratis forrearme o despreciarme. Y no tener más pesadillas, como las que hoy me dejaron como consecuencia un aturdimiento que continúa aunque me levanté hace varias horas.
No sé si buscando más palabras para, diez años después, mandar un mail que creo lúcido y que al rato me parece pura gilada, o puteando por escrito, con treinta años de demora, a un maestro del colegio. O si acuchill… quiero decir, escupiéndoles la cara. O si haciendo un blog que se llame gentedemierda.blogspot.com, donde cuente estas y otras historias con nombres reales y fotos de las personas referidas… Lo postearía desde mi casa, desde mi IP, y una vez posteado les mandaría por FB el link, ja. Para que tengan. Capaz.

1 comentario:

olga outside dijo...

Este comentario viene de otro blog (?).
De acá:
http://lamomialoca.blogspot.com.ar/2012/11/we-are-on-break-de-amigos-no-de-parejas.html

Y si hago toda esta voltereta para decir algo es porque me pegó mucho.

Cuando la gente que querés que esté no está, y llamás, maileás (?) mil veces, varios meses, hasta que te das cuenta que no quieren contestar. O que las respuestas son vaguedades inconducentes. Ruido.
Que, como mucho, te dicen "no tengo ganas". Pero si en todo este tiempo nunca tuviste ganas, revisemos qué pasa (porque me siento bastante mal si no tenés ganas de verme, escucharme, hablarme, mirarme).
Más aún cuando, como observás, uno ve en FB todo aquello que sí le da ganas a quien no tiene ganas.
Revisemos qué pasa o despidámonos. Lo mejor posible, de ser posible, para que el dolor de ver toda la energía puesta en una relación -toda la ausencia de esa energía-, porque no es fácil hacerse amigo después de los 25, o de los 30, para que este dolor, digo, no sea bronca cuando uno recuerde esto.

En el camino, uno se pregunta qué pasó, qué hizo, qué no hizo, si no estuvo, si estuvo demasiado, y las respuestas que puedo darme son las mías, no las de los demás.

Yo no tengo hermanxs, mis viejxs son personas a las que no les creo nada.
Y estas palabras tal vez sean el borrador de ese mail de despedida que alguien tiene que escribir (porque yo necesito despedidas explícitas). Despedida de otro lugar que pensé que podía construir, y que parece que no...
Esta semana cumplo años y tengo canas hasta en los pelos de la nariz!

(Por lo menos mis huesos funcionan bien, ja)

18 de diciembre de 2012, 18:00