miércoles, 16 de marzo de 2016

Una blusa blanca

Una blusa blanca hiende el gris que va de las veredas hasta el cielo del Microcentro.
Ni flores ni colores ni una belleza significativa: la inapelable eficacia de los básicos. Un pantalón negro y una blusa blanca que remata su espalda con un escote semicircular.
La piel visible, una superficie que parece hecha a la medida del tamaño de mi mano desplegada, me recuerda el tiempo excesivo, inhumano, que llevo sin tocar a nadie. Pero, sobre todo, expone que las pocas efímeras veces en que sucedió no fueron sino anomalías en la incesante mudez de mi tacto.

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