domingo, 28 de mayo de 2017

Soundtracks (No tengo MP3 ni Spotify ni nada)

Entonces, como siempre, la música está en el aire, en la cabeza, en el azar.
Woman in love, por Barbra Streissand, en el 53, una noche, volviendo del colegio, en el semáforo de las torres –que todavía no estaban–, en el estéreo del bondi-driver. Hace más de una vida de eso.
Rock'n roll nigger, de Patti Smith, en mi piel, cada vez que la realidad me recuerda lo outside que estoy. Es decir, muy seguido.
A veces estoy cansado, de Moris, en el minicomponente del ciego que fuma y fuma sentado en la medianoche de Indep y Sáenz Peña, mientras tapiza de colillas la vereda y apuran sus panchos los comensales del chiringuito contiguo. (Desde la vereda de enfrente la intuí entre el tránsito. Esperé un semáforo para que los autos y los micros cesaran su ruido o para cruzar, y cuando lo hice ya había terminado la canción, e iba por otra: recordé una frase, la googleé y ¡era la que viene después en ese disco!).
Semen up, escrito por la tribu de la calle Carlos Calvo en la pared de la casa colectiva que está cerca de Pozos, las mil veces que pasé por ahí para ir a trabajar, al colegio, o, años antes, a Cemento, a ver a Patricio Rey.
Trátame suavemente, la versión de Soda, en la radio que sonaba en un octavo piso, octavo efe de foca, con Yamila, antes de que me dijera "Yamila me llamo". Nos tratamos suavemente esa tarde, esa hora, con Lapegüe de fondo, con una empatía profesional que subió un nivel cuando lo dijo, en la inminencia de la despedida, y me dejó con ganas de más, de verla una vez más. Mientras ella tenía la boca ocupada, yo tomaba nota mental de la canción pensando en este post. Después tomé su leche.
Las dos que están pegadas en el disco de Los Pillos, Descansa y Baila para mí, en Ballester, a la altura del puente, en esa cuadra donde la señal de la radio cercana se sobreponía al agujero negro que la anulaba tan cerca de la antena, aunque se escuchara bien bastante más lejos.
Tres de Sué Mon Mont. Besos, La misma miel y Diferencias. Las tres, una atrás de otra, cantándolas, de golpe, sin saber por qué, la otra tarde en Da Knoll, San Martín entre Mosconi y la ruta. Hasta que, al doblar la esquina, me di cuenta de por qué. De por qué en ese lugar. (Esas tres, pero no Lejos. Aún no).

2 comentarios:

y.0. dijo...

Tocá Sué Mon Mont!
Este sábado toca Sué Mon Mont.
Este sábado, en un horario desconocido, impreciso y seguro que muy tardío, toca mi banda favorita en el Konex.
Ideal para ir. Para ir sin compañía, para ir y cagarme de frío, para fumarme una hora y media de espera viendo a las bandas previas porque no dicen los horarios (y todo bien con las bandas previas, seguro son buenísimas, pero mi cuerpo no resiste tanto tiempo de volumen o gente o lo que sea que se le hace intolerable).
Ideal para ir y ver cómo otros sacan entradas anticipadas y se ahorran cincuenta mangos porque tienen un cuerpo previsible y un entorno previsible que les permite planificar algo tan lejano como ¡el día de mañana!
Ideal para ir y ver cómo otros siguen con los besos en el telo de enfrente o se toman un taxi mientras yo me vuelvo a patas a la cuatro de la mañana por esas calles tan amigables del barrio de Once.
Bueno, eso. Lo de siempre.

Anónimo dijo...

Mañana tocan Los Mutantes.
Fue ayer cuando tocaron la otra vez en ese lugar, y quise ir, pero se me hizo tarde de mi excursión suburbana de esa tarde. Y fui lo mismo, sólo para comprarme el disco con la intención de que fuera un regalo para la persona que me dio un signo vital.
El disco lo compré, y hasta vi el final del show, cortesía del tipo de seguridad que me hizo pasar; pero el regalo nunca pude dárselo, ni mencionárselo. Ni mucho menos puedo invitarla, llamarla a ese teléfono que no tengo porque nunca me lo dio, y decirle "mañana tocan los Mutantes, te invito, termina temprano, ¿vamos?".
Y la otra persona con la cual compartimos algunos recitales quedó tan lejos, no quiero ni mirar...
So, el ofri será una buena excusa para no ir.