martes, 18 de mayo de 2010

Doble mano

En la publicidad gráfica que anunciaba la implementación de la doble mano en la avenida Santa Fe, el GCBA prometía “menor contaminación, viajes más rápidos y tránsito más seguro para todos”. Los funcionarios entrevistados repetidamente sustentaban la decisión del cambio en estudios previos, los cuales no pueden consultarse en locs lugares a los que esos avisos remiten para más información.
Con el mismo fin declarado de priorizar el uso del autotransporte público, antes se había establecido el doble sentido circulatorio en Pueyrredón, Triunvirato y Juan de Garay. Esto tuvo como consecuencia, entre otras, el cambio en los recorridos de varias líneas de colectivos, las que fueron quitadas de las calles laterales y concentradas en las avenidas.
Los resultados fácticos, considerados en general, son tan incomprobables como los de los estudios preliminares. Más bien, dependen de la experiencia de cada uno. El nuevo recorrido del colectivo dejará más cerca de su destino a algunos pasajeros, pero a otros los alejará, en especial si van a una facultad de la UBA o al Hospital de Niños. Es posible que a ciertas horas los colectivos que van hacia el norte por Pueyrredón tarden menos que antes, cuando iban por Larrea o por Paso, pero en otras no. Y los que se dirigen al Sur casi siempre tardan más.
Los frentistas de las calles laterales se beneficiarán al no padecer el ruido y el humo de los colectivos en la puerta de su casa, pero, al mismo tiempo, comenzaron a sufrir el tránsito de autos que van más rápido que antes y el despoblamiento de las calles, que destruye a los comerciantes y contribuye a la sensación de inseguridad. Y así como ellos agradecen haberse librado de los colectivos en su calle, los de la vereda de la nueva mano de la avenida maldicen al tener más ruido más cerca de su ventana, una propiedad desvalorizada y una calidad de vida menor.
Eso para no detenerse en situaciones específicas, como, por ejemplo, las dificultades que puede encontrar una ambulancia que transita en emergencia por la Pueyrredón de doble mano y queda encajonada por autos y colectivos que no pueden abrirle paso sin irse a la contramano. Eso para no detenerse en previsiones sobre las proyectadas avenidas de doble mano, como Corrientes, Avenida de Mayo o Colonia y lo que queda de Jujuy: para no imaginar la doble mano en la Corrientes angostada, el atolladero que se generaría en la esquina del Cabildo con el contracarril de Bolívar o la doble –o triple– fila de autos que en la actual Jujuy de mano única espera para tomar Constitución (donde se consiente el estacionamiento junto a ambas aceras) con el fin de subir a la autopista.
Los tres objetivos mencionados por la publicidad no solo no se han logrado cabal e indiscutiblemente, sino que eran imposibles de conseguir con medidas como esta implementadas de esta forma.
La contaminación reducida en las calles se ha mudado a las avenidas, donde ahora afecta a ambas aceras, y ni siquiera existe el intervalo que provocaba el corte del semáforo: cuando cesa el ruido y el humo de los que van, comienza el de los que vienen.
A veces, los viajes serán más rápidos en un sentido, pero son más lentos en el otro. La doble mano lleva implícita la imposibilidad de sincronizar los semáforos adecuadamente, y así en la mano de Pueyrredón hacia el norte es una sorpresa hacer tres cuadras sin ser detenido por una luz roja. Conjuntamente, los giros a la izquierda y los cruces peatonales retirados de las esquinas suman más y más demoras.
Esto también repercute en el aspecto anterior, ya que un auto, y más aun un colectivo, acelerando y frenando casi continuamente contamina más –y consume más– que el que desarrolla una velocidad regulada por una onda verde.
Tan lentos se hacen los viajes en sentido Sur por Pueyrredón que es muy frecuente ver colectivos de las líneas 68, 41 y 71 desviándose por Boulogne Sur Mer para evitar el embotellamiento de Pueyrredón. De paso, derrumban la idea de sacar el autotransporte público de las calles paralelas a las avenidas.
El tránsito, por su parte, no puede ser más seguro. En las esquinas con semáforo de giro, los peatones, por costumbre, comienzan a cruzar cuando se mueven los vehículos detenidos por el semáforo, y no reparan en que, para permitir el giro, aún no se habilitó el paso de quienes transitan por esa mano. Ni hablar de las esquinas con giro a la izquierda donde no hay semáforos peatonales o de las que mantienen el semáforo peatonal en rojo del lado opuesto al del giro.
La lista de riesgos que antes que no existían incluye también, sin ser taxativa, las consecuencias de las distracciones de los peatones que olvidan mirar hacia ambos lados antes de cruzar y los frenazos violentos y choques que se dan en el carril donde los autos esperan para doblar a la izquierda cuando estos son embestidos por el que viene atrás.
Soluciones igualmente tentativas y parciales, pero más baratas y con más sustento teórico, incluirían la rigurosa observación de la normativa referida a la carga y descarga de mercaderías, la de la prohibición de estacionar en las calles laterales –como ocurre en las nuevas avenidas de doble mano– y, sobre todo, la implementación de la mano única en avenidas que actualmente tienen doble mano conformando más pares circulatorios rápidos, en vez de menos. Así, además de dar marcha atrás con estas medidas, podría reestablecerse la mano única hacia el Sur en el eje Alem-Paseo Colón, y hacia el Norte en Huergo-Madero, o podría estudiarse la conveniencia de la mano única hacia el Norte en la avenida La Plata, y hacia el Sur en José María Moreno.
Sin embargo, el Gobierno porteño parece estar motivado por el deseo de hacer cosas sólo para mostrar que las hizo. No importa si tienen sentido, utilidad general o un sustento demostrable; únicamente cuenta la posibilidad de exhibir acciones de Gobierno que dejan en el inconsciente electoral la impresión de una gestión dinámica. Aunque deba aceptárselas como hechos consumados ya que no hay forma fehaciente de refutar sus motivos, criticar su ejecución o analizar sus resultados. Como hay que aceptar que, indudablemente, hace cosas. Y parece que con hacer alcanza.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Dos cosas sobre la doble mano de Pueyrredón.

Claramente es imposible que el tránsito sea más rápido en sentido hacia el Sur porque estás reduciendo la calzada de cinco carriles a tres.
En sentido hacia el Norte, siempre me pareció muy difícil que, agarrando todos los semáforos que agarra el 41, se hiciera más rápido por Pueyrredón que por las calles internas. (Dobla desde Belgrano, y agarra el semáforo de Moreno, el de Yrigoyen -que en ese sentido tarda más por el giro a la izquierda-, el de Rivadavia o el anterior, obviamente el de la parada de Once en Perón, el de Valentín Gómez, el de Viamonte o San Luis, el de Córdoba, el de Paraguay, el de Mansilla. Y ahí me bajo).
El otro día lo comprobé, porque tomé el 101 en lugar del 41. Llegamos a Belgrano, donde se separan ambas líneas, y el 101 venía atrás. Cuando los recorridos vuelven a juntarse, en Mitre y Pueyrredón, el 101 agarró Pueyrredón y el 41 estaba detenido en el semáforo de Rivadavia.
Aparte, era previsible, porque en esa trayecto que recorren separados, el 101 agarró dos semáforos y el 41 agarra cuatro.

La otra cosa es la manipulación que hace el Gobierno de la Ciudad para disimular el fracaso de la doble mano (fracaso tan manifiesto que abandonaron el proyecto de "doblemanizar" otras avenidas).
Una de las formas más evidentes de ese fracaso, además de las llegadas tarde, las puteadas, el tiempo perdido, la contaminación resultante de tantos vehículos detenidos o avanzando apenas para casi de inmediato volver a detenerse, era el desvío que practicaban las líneas de colectivos por calles interiores como Boulogne Sur Mer y Ecuador, lo cual mencionás en el post.
La forma que encontró el Gobierno de la Ciudad de terminar con eso fue... ¡cambiar el sentido de circulación de Boulogne Sur Mer! Ahora esta calle es mano hacia Córdoba. Y para completar su perversa manipulación, el GCBA, además, hizo una bicisenda en la calle Ecuador, la cual reduce el ancho útil de la calzada a un solo carril y obviamente desalienta el tránsito de colectivos.
No obstante, a veces los veo yendo por Ecuador porque, pese a todas las dificultades que les pusieron, sigue siendo más rápido que soportar los embotellamientos de Pueyrredón.

Por cierto, esa bicisenda deberían haberla hecho en Anchorena, para llegar directo a la plaza de Córdoba y Anchorena.
Ahí era la bicisenda, en Anchorena, pero la hicieron en Ecuador para que no quede tan en evidencia la cagada de la doble mano.