martes, 16 de octubre de 2018

بك

Esta noche tu boca está ocupada de palabras, de risas, de besos, de pija. Mientras, desde antes, y hasta después, mi boca solo se ocupa varias veces de comer para ganarle al malestar hipoglucémico que arrastro desde la tarde. O desde que ibas a la primaria. Hoy, el finde que viene y siempre.
Durante las numerosas horas en que esto sucede, mi neuroquímica no puede vencer al insomnio. Vos ya estás durmiendo, dos o tres polvos adentro (o uno, no sé), sola o no, no sé, y yo sigo dando vueltas en la cama. Hasta que me levanto a comer de nuevo. De vez en cuando, para matar el tiempo, para drogarme un poco o porque es inevitable, pienso en vos, y hasta ocupo mi boca pronunciando palabras que nadie escucha, que solo sirven para mantener aceitado el circuito. Hoy, el finde que viene y hasta que vos te vayas y yo desaparezca (o viceversa).
Entrás en mi cabeza con la naturalidad de aquel al que le dieron las llaves, y te quedás un rato, produciendo neurotransmisores ricos. Cuando se alcanza la dosis necesaria, y luego de un zigzagueante recorrido por otras zonas improbables, me vuelvo a dar cuenta de que yo no estoy en tu cabeza. Ni hoy, ni el finde que viene ni nunca.

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