viernes, 21 de junio de 2019

El último de Casas

Crecimos sabiendo de los artistas no solo por sus obras, sino también por sus declaraciones periodísticas. Es algo que habrá comenzado en la segunda posguerra, supongo; tal vez un par de décadas antes. Previamente se los conocía nada más que por su producción o por alguna adscripción explícita a una ideología o a un gobierno, estilo Leni Riefenstahl, o por sus participaciones directas en ciertos hechos, como Ascasubi o Saint-Exupéry.
En esas entrevistas podemos desencantarnos de lo que dice el escritor o la cantante de nuestra preferencia, o podemos reafirmar nuestra valoración, o podemos pasarlas por alto y recordarnos que nos gusta cómo canta, cómo escribe, cómo toca, y que lo queremos en nuestra vida para eso y no para cuñado.
La llegada de las redes sociales –en especial, las que tienen latiendo todo el tiempo, como un taxi en un atasco, los números que indican la aprobación ajena– modificó sustancialmente la situación. Ahora cualquier artista, famoso, conocido, incluso los que entraron en esas categorías a partir de las mismas redes, puede comunicarnos en tiempo real dónde se va de vacaciones, la gracia que hace su gatito, qué cuerdas usa (y conseguirlas por canje), qué dulce de leche le gusta (y conseguirlo por canje) o mostrarnos lo hinchada que tenía la cara cuando se despertó.
Y si están más o menos cerca de la categoría "intelectual", o si pretenden acercarse a ella o, simplemente, mostrarnos su sensibilidad social, también nos (?) compartirán sus opiniones sobre los gobiernos –este y/o el otro– o sobre el aborto, se preguntarán dónde está Maldonado, advertirán –sin más sustento que su mero deseo– sobre la posibilidad de un corralito, subirán una imagen con la bandera arcoíris (y, en el post siguiente, una foto junto a una homofóbica recalcitrante y violenta, pero nacional&popular) y así sucesivamente con lo que les dicte su versión de la actualidad.
La combinación de ambas puede ser letal: Paola Krum quejándose en una entrevista de que la crisis económica le impide pedir delivery todos los días, Paola Krum agregando que su hijo le dice "mamá, sos una famosa pobre, todos viajan y nosotros no" (mamadera con la idea de pobreza que tiene el pibe), Paola Krum olvidándose de que subió a Instagram fotos de sus vacaciones de verano en Río de Janeiro. Paola Krum es famosa desde que salió casi en bolas en Ritmo de la Noche, pero ignotas conocidas solo en el corredor Puan-Fsoc replican la dinámica y lloran macrisis mientras postean fotos de sus vacaciones en el sudeste asiático.
Lo más revelador, sin embargo, es la forma en que interactúan con el resto de la gente. No hablo de las stars que pagan especialistas para que les manejen sus cuentas; hablo del cuatro (o siete) de copas egómano tan incapaz de vencer la tentación de los pulgares como de llevar adelante el intercambio cuando no se le celebra el chiste o si se le señala alguna inconsistencia.
Están los que se excitan con el poder de bloquear; están los que, además, lo explicitan. Está la que se busca en Twitter y responde cuando la nombraron sin arrobarla. Está la que busca su nombre escrito con números y te bloquea. Están los que devuelven una respuesta sobradora cuando les decís algo que no es un halago devoto; están los que en una situación así no te responden, pero dan fav al comedido que te bardea. Están los que lloran trolls. Están los que te borran un comentario en Blogger, están los que ponen la dirección de mail en su blog y cuando les escribís no te responden ni para decirte "no". Están los que, ¿guiénsó?, tienen cuenta privada en Instagram y, doble ¿guiénsó?, rechazan tu solicitud cuando tratás de seguirlos (Instagram es particularmente una mierda, entre otras cosas porque el algoritmo continúa sugiriéndote que sigas a alguien aunque te haya rechazado, y tampoco te avisa del rechazo, con lo cual, y hasta que te das cuenta, insististe dos o tres veces y te convertiste en un ser molesto sin enterarte).
Cada una de estas cosas termina, sin querer –sin querer ellos y sin querer yo–, alejándome, tanto de su obra como, más mundanamente, de la posibilidad de que les pague por una clínica o un taller. ¡Yo qué sé qué pensaba Pizarnik del déficit fiscal, del peronismo o de que te pase por arriba una tanqueta de un gobierno autodenominado democrático y socialista! Zafó Alejandra de eso. Y no, no voy a leer su correspondencia para saber si dice algo al respecto, bastante leche le han sacado a esa vaca.
Cuando una de mis dentistas me comenta que su hija necesita algunos poemas de poetas argentinos para llevar al colegio, a ver si le puedo tirar una onda con la búsqueda, termino descartando de la recomendación a algunos –y algunas– por situaciones referidas a la interacción virtual, sea en redes sociales o a través del e-mail. Sin ellas, habrían estado en esa módica selección que no sé si le habrá servido a la piba. Y un par entraron de cabeza por su buena onda; porque, digamos todo, en algunos casos te responden bien, y, además de gustarte lo que escriben, les valorás ese gesto.
Ya no sé en qué lugar de la web me entero de que salió el último libro de Fabián Casas, un libro de poemas del cual había leído un adelanto publicado en otro sitio hace meses, y que, como casi siempre con Casas, me había gustado mucho. Entonces comienzo a rastrear alguna info, si alguien subió algún poema más, cosas así.
La búsqueda devuelve más entrevistas que poemas. Es curioso, estos aparecen como fotos subidas a Instagram, y no como texto en, por ejemplo, un blog. Hay un par que multiplican el entusiasmo, en especial el de New Order, y hasta busco el precio. Después del shock del número, 500 mangos, y pese a él, fantaseo firmemente con comprarlo.
También hay uno con un ruido importante, el que dice "pequeño huevo kinder de chocolate", usando cinco palabras para algo que puede ser dicho con dos o tres: "huevito kinder" o "huevo kinder chiquito". Aparte, ¿qué necesidad hay de usar la palabra "chocolate" si con solo decir "huevo kinder" ya sentís la lengua y los dientes amarronados y dulzones? Perdón, pero necesitaba hacer esta crítica de taller aunque nunca fui a ningún taller.
Le doy play a una de las entrevistas, la de Radio Continental. Ahí habla contra la esperanza, una idea que alguna vez recorrí en este blog. No cita a Weber, pero usa una frase con el ADN de un verso de Casas: "La esperanza tiene el dardo de Daktari", te adormece y te saca ímpetu y acción.
Después se muestra dolido por la desigualdad social, por toda la gente que ve viviendo en las calles, a la cual parece que antes no veía (?). Critica la originalidad, lo cual se patentiza en el hecho de que hay un escritor salvadoreño, Martín Cruz, que en 2013 editó un libro titulado Cuentos y poemas en Prozac, y en un momento dice que está bueno eliminar el ego: "No tiene que venir Marie Kondo para decirte que si tenés cuatro camperas dale dos a la otra gente. Si tenés 3500 libros, repartí los libros, repartí tus cosas" (4:10).
Y esa declaración me quita de inmediato las ganas de comprármelo. No sé cuántos libros te dio la editorial, no sé cuántos entrega como parte de la campaña de prensa previa al lanzamiento, que coincide con la Feria del Libro (la cual hace que ese programa cambie el día de la columna literaria para que Casas pueda ir, la cual lo pasea por programas como si fuera un músico pop promocionando su último disco). Pero, bueno, dale, te tomo la idea. Repartí tus libros, Fabián. Aunque no tengas 3500, repartite algunos. Y vos, Planeta, también: repartí los libros de Fabián, vos sí tenés más de 3500…
Nos podemos encontrar, de casualidad o no, en la esquina de la panadería San Lorenzo, por ejemplo. Seguro la ubicás. Ponés tu ego en mute por un rato y me das tu libro nuevo. Como dedicados valen más, y para mostrar mi desinterés por esa posibilidad de reventa, no te pido que me lo autografíes. El libro y nada más. ¿Te va?
No creo que esto suceda, así que –de paso, mangazo– si alguien que pase por aquí lo compró o encontró en la web otro poem en Prozac, puede dejarlo como comentario de este post. Por mi parte, de tanto en tanto volveré a buscar si alguien sube algún poema más. Y como soy de la vieja escuela, del texto, del html para que lo vea el buscador de Google, dejo acá, tipeados, los que encontré.

Juguete

La niña abre su pequeño huevo kinder de chocolate
y le pide al padre que le lea la frase
que acompaña a su único juguete: No hay nada
que sea tuyo, nada que te pertenezca,
nada sobre lo que puedas reinar.



Surgir

Suele suceder: el Hombre Invisible
no quería ser invisible y se pasaba por la cara
una cinta blanca para surgir… ¡Ah! Ya nadie quiere
soportar la felicidad del anonimato.
El Tiempo sufre la misma tragedia.
Y se vuelve pedagógico y previsible.
Tiene que poner canas en las cabezas,
dentaduras rosas flotando
en un vaso de agua
y sacar de stock a algún animal fabuloso:
todo para hacerse ver.



La historia de New Order

Imaginen a Sísifo con la roca en el piso,
sus brazos agarrotados de cansancio
y fumando un pucho antes de volver al karma.
Cuando Ian Curtis se ahorcó, la banda no se desmembró,
pero tampoco intentó embalsamarse
con un nuevo cantante. Nada de taxidermia.
Establecieron un nuevo orden,
buscando atravesar la angustia
hasta llegar a la libertad. Y casi
nunca cantaban las canciones viejas.



Coloso

Después de un supremo esfuerzo
el tiempo logra separar a los amantes.
Pero el brazo de uno, partido,
queda pegado al sexo del otro.



Aviso

La familia es una patología
que te acompaña toda la vida.
Pongámosla en la heladera
para que no se pudra.



Tomando el té antes de la hora inglesa

El matrimonio que se puede constatar
no es el matrimonio.
El amor que se puede nombrar
no es el amor.
El dolor que no se puede transitar
¡es el dolor!

4 comentarios:

y. O. dijo...

Dejo un comentario para drogarme con la (módica) dopamina del like las próximas veces que pase a mirar y descubra "un comentario".
Después me voy a acordar de que lo dejé yo, pero el rush ya va a estar corriendo en mi sangre.
Cada uno se inventa lo que puede para no reventar, me dijo alguien una vez: la persona aludida en el post siguiente.


De paso, y como adenda, una mención a las que se dicen feministas, posan con el pañuelo verde, laburan de sororas, pero una simple mirada a sus redes sociales públicas te muestra cómo se burlan de otras mujeres por su ideología o por su aspecto físico. Se ganan cientos de likes preguntándose "qué les pasó en la vida a las mujeres que les dicen gordas o feas a otras mujeres", pero bajando apenas un poco en su timeline vemos a la misma referenta diciendo, por ejemplo, que Rial adoptó a sus hijas en un tambo.

Anónimo dijo...


En otra entrevista, Casas dice que entiende la literatura como algo colectivo, no individual, y que "tu trabajo siempre crece cuando lo das a conocer a otros y tomás de esos otros consejos".
Bueno, Fabián, en general, para que eso suceda hay que pagar.
Así que si no tenés plata el trabajo literario no es para uno.
(O si no tenés las habilidades sociales necesarias; por ejemplo, un Facebook con tu nombre del documento, como me pedía la señora de la clínica de obra que no prosperó justamente por eso).

Cuando leo ese ensalzamiento del trabajo con alguien que "sabe" y que cobra por darte su saber, recuerdo que vos también hacés eso. Vos también das talleres. Y no puedo no pensar en que todos los que dicen eso lo hacen para conseguir nuevos aportantes al esquema Ponzi de los talleres y las clínicas.

Me pregunto, de paso, si vos, que militabas con tu chaleco moral en la marcha de aquel diciembre, cuando usaron la reforma previsional para tratar de reeditar otro diciembre (el de 2001), les entregás factura a los que van a tus talleres.
¿Sos solidario a la hora de aflojar tu bolsillo, contribuís con el Estado? ¿O sos de los que defienden la educación pública y mandan a sus hijos a una privada, de los que quieren Estado presente, pero que lo banquen los aportes de otros?

Mejor no leo más entrevistas de F. C., mejor dejo acá otro del último de Casas.


Autorretrato

Una casa abandonada
rodeada de un jardín agreste
con la luz de entrada encendida
para que no parezca
una casa abandonada.

killing the heroes dijo...

Una lástima que Casas no tenga redes sociales (conocidas). Si no, le preguntaría dónde dejó su chaleco moral, si no le da ponérselo e ir al Congreso a protestar por cómo están cagando a los jubilados.
Quizá no se le pone porque sería admitir que toda esa revuelta, el gordo mortero y los zurdos por un lado, los peronistas con Felipe Solá celebrando con risas que era "un día peronista", fueron las dos patas de un intento de derrocar al gobierno de Macri.
Sí, Macri, ese neoliberal que pagó la reparación histórica y que, por esa reforma contra la que protestaban los buenos (?), aumenta las jubilaciones por inflación, incluso las de quienes no aportaron y formaban parte de esa bomba que dejó la expresidente actual vicepresidente (de la cual se cagaba de risa en los diálogos con Parrilli).
Ahora, en cambio, los aumentos deben agradecérsele al monarca, que, con toda discrecionalidad, decide a quién y cuánto aumenta; y encima se jacta de querer "achatar la pirámide" en nombre de la solidaridad.Ahora todos los buenos hacen silencio. Porque son parte de esa mierda, y las da miedito verlo. (Y otros son parte de eso y están orgullosos, y dicen #volvimos).
¡Soretes!

Anónimo dijo...

Bueno, Casas tiene Instagram.
Se lo maneja el manager, porque también tiene manager.
Entonces le dejé un comentario preguntándole dónde había dejado su chaleco moral, si tenía opinión formada respecto del ajuste a los jubilados que lleva a cabo este gobierno, qué sentía al haber participado de un intento de golpe de Estado.
No respondió.
Me bloqueó.
Bah, no sé si Fabián o el manager, pero corrieron como lauchas sin responder, y me bloquearon.
Eso son.

Gracias por el espacio. (?)

Ah, está por sacar libro nuevo de poemas. No lo voy a comprar.