miércoles, 10 de marzo de 2021

Vigna

Encontré tu dirección en la web y espero que aún no te hayas muerto para poder decirte que fui alumno tuyo en el colegio ese, ámbito propicio para torturadores de almas infantiles como vos, Rut…, los racistas Faz… y Car… y la hija de mil putas de la Bri…, que llevó su hostigamiento contra mí incluso al terreno físico.
Cada vez que me acuerdo de ese lugar siniestro –y trato de que no ocurra a menudo–, me acuerdo de vos y de tu manera ridícula de dar clase: dictar preguntas para responder con el libro, como tarea para el hogar, y después lección oral, porque ¡nunca explicaste nada!; de tu disfrute en hacer preguntas imposibles de responder “correctamente” porque sus respuestas eran totalmente subjetivas (“¿cuáles fueron los tres acontecimientos más importantes del siglo XX?”); de cuando corregiste una prueba que hice más tarde porque había faltado y me dijiste “usted ni con un 10 se salva”, y más que esas palabras fue el tono despectivo con que las dijiste; de la sensación horrenda al descubrirme a merced del azar en esa prueba, porque las preguntas del otro tema sí las sabía.
O de tu hit, las palabras enardecidas que empezaste a vociferar cuando me caí porque el gerente de recursos humanos de Unilever, o alguno de su pandilla, me puso la pata mientras volvía de pasar al frente, donde ejercías tu patético despotismo. Por suerte –por autodefensa– no las recuerdo, pero sé que no terminaban nunca y me generaban un profundo y literal deseo de que me tragara la tierra.
Ni vale la pena decirte quién soy, porque no te acordarías de mí, pero yo sí me acuerdo de vos. Estás entre los peores recuerdos de mi niñez. Todo ese lugar ominoso lo está, y vos sos uno de sus highlights. Pasaron los años y sigue siendo así. Esto es para que te enteres, para que sepas que no me olvido, que los odio y los desprecio.

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