domingo, 19 de marzo de 2023

El 126 y el metrobús

Desde hace unos años, el gobierno porteño avanza con su plan de peatonalizar calles. Con diversos justificativos –proteger el “casco histórico”, ordenar el tránsito, brindar seguridad– restringieron la circulación en San Telmo, el Microcentro –convertido ahora en un páramo y en un dormidero y meadero de homeless–, Once, Corrientes, Honorio Pueyrredón, etc.
Cualquier intento de explicación quedó obsoleto cuando primero el tiempo y, luego, el propio gobierno revelaron que la movida forma parte del plan “ciudades de 15 minutos” que incluye la Agenda 2030.
Lo más ¿curioso?, ¿absurdo?, ¿cínico? es que afirman fomentar el uso del transporte público –es decir, una forma de dependencia– porque es más eficiente, menos contaminante, bla bla bla, pero al quitar las líneas de colectivos de San Telmo al sur de avenida San Juan para hacerlas ir por el metrobús 9 de Julio lograron exactamente lo contrario de lo que pregonan. La zona quedó sin transporte público, con el consiguiente perjuicio para pequeños negocios, para la seguridad y para la comodidad, ya que tomar el colectivo ahora requiere caminar, por un barrio poco amigable, hasta la parada… cuando hay una parada: porque entre parada y parada puede haber 800 metros de distancia en los cuales no podés subirte a un bondi (de B. de Irigoyen y Garay a la primera parada del metrobús 9 de Julio, pasando Carlos Calvo).
No conforme con eso, el GCBA últimamente avanzó en su plan y quitó los colectivos de San Telmo al norte de San Juan, haciéndolos ir por el metrobús del Bajo o por el de 9 de Julio. El resultado es aún peor que antes. La incomunicación se multiplicó y hay un rectángulo de diez cuadras por ocho, de Belgrano a Garay y de Paseo Colón a 9 de Julio, donde no pasan colectivos en su interior, salvo en Independencia. Y los que pasan por los metrobuses paran cada cuatro o cinco cuadras.
La desolación del barrio también se multiplica, y parece una ciudad fantasma en las horas en que no hay actividad de oficinas. Pero lo más ridículo es la decisión de hacer ir al 126 por 9 de Julio, en vez de continuar su recorrido por San Juan hasta el Bajo. La caradurez que manejan los funcionarios de Larreta es enojosa, empezando por la conchuda ministra de transporte López Menéndez, que llama “experiencia de usuario” a tomar un colectivo, y afirma que estos cambios mejoran tal experiencia, cuando, en realidad, decidieron mandar una línea de colectivo por un metrobús al que los piqueteros cortan día por medio, o casi.
Todo parece ser parte de una idea orientada a que sólo los jóvenes y sanos puedan desplazarse, en bicicleta, en monopatín eléctrico o caminando. Jóvenes, sanos y con tiempo para caminar las diez cuadras que hay ahora entre la última parada del 126 y Paseo Colón. Y con ganas de mojarse si llueve o de cagarse de calor si hace treinta y cuatro grados.
¿Los ancianos? Larreta ya los quiso encerrar más draconianamente que al resto de la población durante la cuarentena, así que no hay sorpresa. ¿Gente apurada, embarazada, etc.? ¡Que se joda! Que no salgan de sus 15 minutos. ¿Usás silla de ruedas? Somos inclusivos y obligamos a las empresas de colectivos a tener vehículos que te permitan viajar. ¿Que ahora el bondi te deja a ocho cuadras y tenés que empujar la silla esa distancia? Cri cri…
Otra afirmación tan falsa como irritante es la que sostiene que la peatonalización de Once “transformó el barrio en un lugar más disfrutable, ordenado y seguro para los vecinos”. Hay que ser muy hijo de puta para decir eso cuando el barrio es un desmadre de manteros, vendedores de comida de dudosa procedencia y condición, camiones que cortan la calle para comprarles a los cartoneros, y, del lado no peatonal, al oeste de Pueyrredón, un shopping de falopa, un dormidero de homeless, un lugar donde las veredas son el sofá de los fisuras…
¿De verdad nadie se da cuenta de que no es cierto lo que dicen? ¿Nadie pasa por Once? ¿A nadie le hace ruido que hablan de alentar el uso del transporte público mientras, en realidad, lo alejan de los pasajeros, haciéndolo circular cada vez más por avenidas y cada vez menos por calles, y poniendo las paradas cada vez a mayor distancia entre ellos? ¿Tan lejos quedó el tiempo en que los periodistas viajaban en colectivo que no pueden preguntar por eso? ¿O tan ensobrados están?
Todo lo que dicen es una mentira, pero ellos lo declaran como cierto en su Libro de la Verdad y prosiguen con su plan contra evidencia y contra toda protesta. Así, autocelebran la reciente peatonalización de Honorio Pueyrredón, que colapsa aún más el tránsito por Hidalgo y Acoyte, y ahora van por Castro, arruinando una calle tranquila para llenarla de cervecerías.
Son todo lo que está mal, y un mal desbordante de soberbia. Pero “enfrente están los orcos”, “andá a vivir a provincia si no te gusta” y demás argumentos razonables (?) anulan cualquier posibilidad de crítica. Sus defensores son idiotas y creídos que no pueden salir de la chicana que implica la comparación gastada de Buenos Aires con el cliché de La Matanza sin ver que están hablando de la pequeña parte de la ciudad donde se mueven en las horas en las que se mueven. Así, se lubrican con los cantos de sirena que incluyen la palabra “obras” sin poder pensar si esas obras sirven para algo que no sea engrosar las cuentas del keynesianismo larretiano, la autoestima de la conchuda ManLop o la bondad cristiana de Migliore, la amiga de Grabois.
Y del otro lado, del lado de la oposición, todo está atravesado por los aburridos tópicos de “la grieta”, el partido judicial, los medios hegemónicos, más las rebeldes ideas de Ofelia F. y la fantasía de que Aníbal Ibarra vuelva a ser candidato.
Mientras, la parcela más pequeña de nuestra cotidianeidad sigue invadida por murgas subsidiadas cada domingo a la tarde, por las ferias conurbanas en que se convierten los parques de la ciudad, por la desbordante basura que hay que esquivar en las calles –a la par de los innumerables ¿ex? seres humanos desparramados en las veredas–, por todo lo que hay que caminar de más para tomar un colectivo, por todas las decisiones de un gobierno (el porteño) que gobierna para quienes no lo votan.

1 comentario:

y.0. dijo...

Finalmente, las manlop de la vida recapacitaron, o perdieron poder, vaya a saberse, y después de algún anuncio fallido y postergado, el 126 volvió a San Telmo.
Da más vueltas que antes cuando va a Retiro, pero es mejor que nada.
Además, para ir a Retiro ahora está el subte.

Ah, pronto novedades en este blog, que se resiste a morir.
Bah, yo me resisto a morir.