domingo, 19 de marzo de 2023

No es la religión, estúpidos

Si vas a rezar a un lugar sagrado de una religión que no es la tuya y no vas a otro lugar sagrado, de otra religión, que está justo enfrente, lo tuyo no es un gesto de integración religiosa: es rendirles pleitesía a tus empleadores de forma pública. Es rebanarse la pija como Nacho Goano, es ir a votar con la remera que usó Michelle Bolsonaro, es tuitear “Am Israhell jai”, como varios que no pertenecen al país ni a la religión, pero que quieren/necesitan/¿están obligados? a…
El post empezaba así y agregaba una observación similar sobre todos las personas públicas que suelen decir o tuitear “shaná tová” y cosas similares, sin decir nunca “eid mubarak” o “ramadán karim”. Pero no lograba avanzar, hasta que hace un par de meses el ex concejal ucedeísta y actual panelista de tevé Carlos Maslatón propuso en Twitter “abrir el padrón del judaísmo internacional” con una “inscripción a simple voluntad aceptando las diferentes modalidades en las que se puede ser judío”. Su idea rechaza “cursos y compromisos de comportamiento. Una simple prueba de lealtad sionista basta”.
Y ese sintagma (me) explicó, si no todo, casi todo. Lo único que no tengo claro es la contraprestación de esa lealtad…
Por cierto, la deliberada y maliciosa identificación entre sionismo y judaísmo le fue señalada por varios foristas, quienes le hicieron notar, por ejemplo, que “hay mucho judío no sionista que no prestaría ese voto de lealtad”, a lo cual el ególatra del Kavanagh respondió: “Pues afuera, por eso adentro tantos cristianos y ateos que quieren ser judíos”.
La búsqueda de esa suerte de coalición interreligiosa se yuxtapone con el intento de construcción de un enemigo común –a católicos, cristianos en general y judíos– que avanza sobre Europa sin integrarse a sus valores, y que los expone al terrorismo. Tal es la nueva apuesta de los think thanks sionistas, puro bullshit a medida de los seguidores de Vox (esos que antes del partido España-Marruecos tuiteaban “es mucho más que un partido”) o de los protestantes estadounidenses (brasileños, etc.).
Bien clara queda la falsedad de cualquier argumento que vaya por ese lado cuando el propio premier israelí dice que los únicos con derecho exclusivo a habitar ese lugar son ellos. Lo cual tiene como consecuencia al menos tres ataques de colonos a lugares religiosos cristianos en la que va del año (en la línea del ataque a la iglesia de la Anunciación en Nazaret en 2006, ciudad palestina que forma del territorio israelí desde la guerra del 48), además del pogromo de Huwara.
Si yo viviese en Europa, seguramente despuntaría mi costado intolerante a la diversidad contra los árabes y/o los musulmanes, pero algo de otra índole se revela cuando todos los que la van de liberales republicanos, o conservadoras católicas, lectores de Houellebecq o reivindicadoras de Oriana Fallaci, se callan bien la boca ante el asesinato de un cristiano a manos de un israelí, o cuando estos profanan su cadáver o su tumba. No pueden chicanear con las frasecitas irónicas “una cultura diferente” o “la religión del amor”, y sólo se oye su silencio ante los ataques a iglesias y a fieles, escupidos y golpeados regularmente por fundamentalistas religiosos judíos o por las fuerzas de seguridad del Estado.
Ante tan grande hipocresía sólo cabe pedirles que dejen de escudarse en su presunto catolicismo o cristianismo y se admitan como los chupapijas desprepuciadas que son. Y recomendarles que se preparen, porque si alguno se sale de la línea y cuestiona algo de esto, será hostigado en público y en privado por sionistas militantes que hasta dos minutos antes lo trataban bien, como sucedió hace pocos días en Twitter. En cambio, los que no pueden ser tenidos por traidores, pues nunca les creyeron, simplemente serán considerados “nazis”. (Y otros, como Walas, recibirán llamados telefónicos donde amigablemente le sugerirán que cambie el nombre de su banda de rock).
Por último, y aunque no venga exactamente a cuento, porque merecería un post aparte, que no voy a escribir, quiero recordar que alguna vez me pregunté por la generación de Ahed Tamimi.
Bueno, esa generación está siendo diezmada por la operación “Rompiendo la Ola”, que, en línea con la frase de Rocío Marengo (“hay que matarlos de chiquitos o discriminarlos de grandes”), en el último año y pico asesinó a más dos centenares de personas en la Ribera Occidental, la mayoría de ellos adolescentes o veinteañeros, la gran mayoría sin sangre en las manos. Con la complicidad de la ANP mataron a Nabulsi, al gordo Wadi, a Azizi, a Mabrouka y a tantos otros que, en la escasísima medida de sus posibilidades, se paran de manos ante la ocupación porque lo único a lo que pueden aspirar es a ser el póster de un mártir en alguna pared de Nablus o de Yenín.

Ex post:



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