jueves, 30 de septiembre de 2021

Ningún hogar pobre en Arg… jajaja


En 2001, la CTA, que buscaba diferenciarse de la dirigencia sindical tradicional, lanzó el Frente Nacional contra la Pobreza, acompañada de personalidades como Carrió, Verbitsky y D'Elía, entre otros. Parte de la movida consistió en la realización de una “consulta popular” pocos días antes del golpe contra De la Rúa, con mesas de votación ubicadas en hospitales públicos, iglesias católicas, centros culturales, etc. Allí había que votar, por sí o por no, la propuesta de otorgar “seguro de empleo y formación” para “jefes y jefas de hogar desocupados” (380 pesos), asignación universal por hijo menor de 18 años para todos los trabajadores (60 pesos) y asignación universal para todas las personas en edad jubilatoria sin cobertura previsional (150 pesos). Con esos planes, según ellos, no iba a haber “ningún hogar pobre en la Argentina”.
Obvia e inverificablemente ganó el sí.
La financiación de esas erogaciones estatales quedaba reservada a la emisión, al endeudamiento o a la creación de nuevos impuestos que castiguen –merecidamente, claro– a los ricos. Como dijo Víctor De Gennaro en aquel tiempo: “Plata hay, pero hay que tener coraje para tomarla”.
De la Rúa ya había previsto planes asistenciales, que no se llegaron a implementar por su renuncia. Algunos presidentes después, el duhaldismo los concretó, y, promediando el primer gobierno de Fernández de Kirchner, se legisló la AUH. Sin embargo, recién en 2007 la pobreza bajó a niveles de 2001, y se debió esperar a 2012 para alcanzar los mejores registros del menemismo. Ese número se sostuvo dos años y luego pegó un salto sobre la barrera del 30%.
Con Macri –que aumentó el número de beneficiarios de planes y no los sacó de la órbita de las “cooperativas”, “organizaciones sociales” y demás encarnaciones de los punteros– hubo un descenso de la pobreza, que en 2017 llegó al mínimo del siglo, pero otra vez se disparó cuando tocó a su fin la posibilidad del endeudamiento externo. No subió al 40% que decían los esbirros papales de la UCA, operando para el peronismo por órdenes del Vaticano, sino al 35,5%.
Cambios en la metodología de medición y las manipulaciones del Indec kirchnerista hacen que los datos no sean plenamente consistentes y que haya que rastrearlos y confrontarlos por diversos sitios. En esa búsqueda, encontré que los miserables de Chequeado hicieron un post sobre el tema y no mencionaron el registro piso récord de 2017, ni que el nivel de indigencia de ese año fue más que duplicado en 2020 (4,8 entonces; 10,5 ahora).
La flamante medición del Indec para el primer semestre de 2021 da 40,6, bajando del 42,0 de diciembre de 2020 y del 40,9 de junio de ese año. Es llamativo que, con una inflación muy similar, en 2019 el PBI haya caído 2,1% y la pobreza haya subido ocho puntos, mientras que en 2020 una caída de 9,9% (!!) del producto haya sido acompañada por una suba de la pobreza de solo seis puntos y medio.
Como sea, los números oficiales son esos. Cada vez con más planes y AUHs y demás “ayudas” la pobreza no paró de crecer. Resulta bastante increíble ver cómo a Macri le siguen recordando, en tono de burla o de crítica seria, haber dicho lo de “pobreza cero”, que no era una promesa, sino una frase publicitaria vestida de objetivo a largo plazo. En cambio, a todos estos progresistas, aferrados a sus privilegios por más de veinte años, nadie les recuerda que cuando se implementaron sus ideas para aniquilar la pobreza, esta no paró de crecer, y, pari passu, el número de villas, de asentamientos, de calcutización.
(Increíble hasta que uno recuerda que todavía muchos siguen llorando la fantasía de Maldonado mientras no dicen nada sobre la docena de muertos y desaparecidos por motivos vinculados con el cumplimiento de la cuarentena, todos ellos en provincias gobernadas por el peronismo. Increíble hasta que uno recuerda que todavía insisten con que Macri dejó subir el dólar –hasta un valor razonable, según dijo el propio Fernández…– tras la derrota en las Paso para castigar a la sociedad. De tanto que quiso castigarla, puso un cepo para cuidar las reservas que quedaban y no dejar al Banco Central en rojo, tal como lo había recibido).
Hace unas semanas el zapping me llevó al programa de Marcela Pagano, y ella citaba un informe del FMI donde se afirma que, si hay un crecimiento sostenido del PBI (no dijo de cuántos puntos porcentuales, tampoco pude encontrarlo en Google), van a pasar cinco años para llegar a la pobreza pre-pandemia (35%) y diez años para alcanzar el nivel de 2018 (29%). Lo que Pagano olvidó decir es que todavía falta que se dispare nuevamente la pobreza, cuando suceda la devaluación que el gobierno viene postergando para después de las elecciones y cuando se actualicen las tarifas congeladas de servicios públicos.
Vamos a estar en 2033, va a haber pasado un tercio del siglo, y aunque muchos quieran desaparecer el dato, se va a poder seguir diciendo “la pobreza más baja del siglo, 25,7%, gestión Mauricio Macri, 2017”. Y durante todo ese tiempo, los de siempre van a seguir pidiendo más planes (y más impuestos o más emisión para financiarlos, claro). De hecho, algunos que hace veinte años pedían planes y otros más jóvenes, que parecen no registrar la realidad, no conformes con su logro de multiplicar la pobreza, ahora agitan ingreso universal, y desde el futuro escucho la versión 2026 de una Cristina riéndose y reformulando su frase “no van a poder pagar las jubilaciones y los van a echar de una patada en el orto”.
Por otra parte, y más allá de la insustentabilidad del ingreso universal, resulta difícil imaginar que tanto las “organizaciones sociales”, que crecieron distribuyendo planes, como el propio Estado, que con esos planes siempre apuntó a un sector específico de la población con el único fin de fidelizarlo electoralmente, renuncien al poder que les otorga tal mecanismo y decidan abrir el juego a una prestación que en principio se presenta como más igualitaria.
Porque está claro que al Estado no le interesa repartir clara y equitativamente sus mercedes. El Estado, a través de la puta AFIP, sabe cada centavo que cobrás, te recategoriza automáticamente si te pasás un peso del límite de ingresos, te rompe el culo si no pagás, pero no hace un carajo cuando sabe que tus ingresos en el último año y medio fueron cero. A los que cobran planes, les actualizan el monto de acuerdo con el aumento de los salarios en blanco; a los que no forman parte de esa oligarquía planera, no les dan un mango. Y si  no querés o no sabés cómo formar parte de ella, el Estado presente brilla por su ausencia. (A cierta gente que labura en blanco le hacen descuento con la “Sube social”, a la gente que labura en negro o que está buscando laburo no le descuentan un carajo, así de absurdo es todo).
El Estado sabe quién no tiene empleo en blanco, sabe quién nunca tuvo empleo en blanco, pero solo te da plata si conocés a un puntero, si tu contraprestación es en una “cooperativa” dedicada al mejoramiento barrial, la agricultura familiar o demás pelotudeces que deben leerse con el tono y la gesticulación del ex ministro ex denarvaísta Arroyo, y que no agregan un puto gramo de valor. Y que son eufemismos por “presencia en las marchas”.
Lo trágico, o gracioso, es que la Utep graboísta, que es una de las “organizaciones” a favor de la renta básica universal, propone un monto de un tercio del salario mínimo, vital y móvil para este ingreso, alrededor de diez mil pesos, y explícitamente admiten que la idea es morigerar la situación de indigencia. Hace veinte años los planes eran para que no hubiera pobres, ahora ni siquiera son para que no haya indigentes.
Demoré este posteo esperando alguna definición sobre el IFE 4, entre otras cosas para saber si me tocaba, pero eso se sigue postergando. ¿Se acuerdan de los anuncios económicos que iban a hacer el jueves post-elecciones? (¿Se acuerdan de cuando el impuesto a las “grandes fortunas” iba a ser para financiar el IFE 4 a fin del año pasado?). No sé si la demora es para anunciarlo bien cerca de las elecciones o si es porque se les quedó sin tinta la impresora de billetes.
Hay múltiples versiones sobre su alcance, pero nada claro aún. Veremos qué forma toma esta nueva imitación berreta de Arthur Fortune. Como sea, la platita que regalen nace desvalorizada y con el efecto retardado de la inflación que veremos en el verano, en una nueva cuota de la híper en cámara lenta que estamos viviendo hace años. Mientras, regalan heladeras vacías o regalan plata cuyo valor se desvanece en el aire. Mientras, siguen hablando de planes, como si estuviéramos en 2001; mientras, seguimos hablando de inflación –y padeciéndola–, como si estuviéramos en 1985; mientras, siguen mandando inspectores a los supermercados, como si estuviéramos en 1953. Mientras nos convertimos, sin prisa ni pausa, en un Estado fallido.

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